Introducción
Una de las preguntas que con mayor frecuencia hacen
los que trabajan con niños, y sobre todo los que recién empiezan este
ministerio, es: «¿Qué debo hacer en el tiempo que dispongo con los niños?» A
esta pregunta a menudo le siguen otras:
- ¿Debo
leerles libros?
- ¿Debo
contar cuentos?
- ¿Debo
enfocar principalmente cuentos de la Biblia?
- ¿Debo
enseñar sólo verdades bíblicas?
- ¿Debo
darles manualidades?
- ¿Debo
animarles a algún tipo de actividad física o manual?
- ¿Debo
jugar con ellos?
Es posible que la mayoría de estas preguntas
reciban una respuesta afirmativa, dependiendo del tiempo que se disponga. Pero
falta una pregunta clave, y es precisamente a esa pregunta que queremos
dirigirnos y responder en este libro.
¿Debo evangelizar a los niños?
Si la respuesta es: «Sí», esto automáticamente
llevará a otras preguntas relacionadas:
- ¿Qué
significa evangelizar a niños?
- ¿Por
qué debo evangelizar a niños?
- ¿Cómo
debo evangelizarles?
- ¿Cuándo
y dónde debo evangelizarles?
Nuestro propósito es responder a todas estas
preguntas.
Sin embargo, hay otras dos preguntas básicas a las
que debemos dirigirnos al contestar preguntas tales como las que se mencionan
arriba. Y nuestras respuestas a estas dos preguntas son absolutamente
fundamentales.
¿Qué nos enseña la Biblia en cuanto al
tema?
La base de este libro será lo que enseña la
Biblia. Dios nos ha dado su Palabra para que podamos conocer las
respuestas a estas y muchas otras preguntas. Nuestras respuestas no se deben
basar en la razón, los sentimientos, la psicología, las emociones o las
palabras humanas, por más que provengan de expertos, sino inspiradas en la
infalible Palabra de Dios.
¿Cuáles son las verdaderas necesidades y problemas
de los niños a quienes enseñamos?
Queremos que nuestra enseñanza satisfaga las
necesidades y los problemas que realmente tienen los niños. En consecuencia,
debemos descubrir a partir de la Biblia y de la experiencia cuáles
son y luego, asegurarnos que nuestro ministerio a los niños es el que mejor va
a solucionar esos problemas y satisfacer esas necesidades.
Espero que este libro sirva para animar a los que
ya estamos evangelizando a niños, y que nos dé una nueva visión y renovada
carga para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para llevarlos a Jesús.
También es mi oración que este libro sea una ayuda
y un desafío a aquellos que hasta ahora no han captado la necesidad de
evangelizar a los niños. Confío que produzca en los corazones de todos los que
lo lean y ministran con niños una visión clara de su responsabilidad de ministrar
a las necesidades espirituales de sus niños, y se involucren cada vez más en un
ministerio de evangelización hacia ellos.
Espero también que pastores y otros obreros
cristianos lean el libro y comprendan la importancia de que la evangelización
de niños sea parte fundamental de su ministerio. Por eso me alegra que el Dr.
Armin Mauerhofer haya escrito el prólogo de este libro. Durante varios años fue
pastor de una congregación numerosa en Langenthal, Suiza. Dios bendijo a esa
iglesia, y experimentó gran crecimiento. El Dr. Mauerhofer atribuye gran parte
de ese crecimiento al esfuerzo evangelístico hacia los niños de Langenthal.
(Véase la página 30).
Al final de cada capítulo he incluido citas de
Carlos Spurgeon que están relacionadas con el tema específico de ese capítulo.
Estas citas provienen principalmente de dos de sus libros que tratan acerca de
los niños.
Carlos Spurgeon fue uno de los más grandes pastores
y predicadores de todos los tiempos, y Dios lo usó grandemente en Inglaterra
durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue pastor delMetropolitan
Tabernacle en Londres durante muchos años, y en los cultos matutinos y
vespertinos de los días domingo la congregación llegaba a 5.000 ó 6.000.
También fundó un seminario para la capacitación de pastores, y un orfelinato.
Además tuvo un importante ministerio escrito, y sus sermones de los domingos
fueron impresos y distribuidos por todo el mundo, alcanzando millones de
copias.
Amaba mucho a los niños y creía fervientemente en
la evangelización de niños. En coherencia con este interés, estableció cuarenta
y nueve escuelas dominicales, filiales de la principal en el Tabernacle.
La suma total de niños que asistían llegó a 7.887. Además animó a los 500 niños
del orfelinato a ocupar las primeras bancas en la iglesia cada domingo por la
mañana para que oyeran la predicación.
Pensé que sería un estímulo especial para los
pastores leer estos comentarios suyos:
El señor Jesús nos dice a nosotros, sus discípulos:
Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura»
(Marcos 16:15).
Pablo escribió a los Romanos: «Porque "todo el
que invoque el nombre del Señor será salvo". Ahora bien, ¿cómo invocarán a
aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará
sin ser enviado? Así está escrito: "¡Qué hermoso es recibir al mensajero
que trae buenas nuevas!"» (Romanos 10:13-15).
Pablo le recordó a Timoteo: «Dedícate a la
evangelización» (2 Timoteo 4:5).
Una parábola de pescadores sin pescados
Aconteció que hubo un grupo de personas que se llamaban pescadores, y he
aquí que había muchísimos peces en las aguas alrededor. En realidad, toda la
zona estaba rodeada de riachuelos y lagunas llenas de peces hambrientos.
Semana tras semana, mes tras mes, año tras año, aquellos que se llamaban
pescadores se reunían para hablar acerca de su llamado a la pesca y las maneras
de pescar.
Año tras año definían cuidadosamente lo que significaba pescar, definían
la ocupación de pescador, y declaraban que la pesca era la tarea principal de
los pescadores.
Continuamente buscaban nuevos y mejores métodos para pescar, y nuevas y
mejores definiciones de la pesca. Sin embargo, había una cosa que no
hacían: no pescaban.
Se construyeron centros de capacitación grandes, complicados y caros,
cuyo propósito principal era enseñar a los pescadores cómo pescar. A lo largo
de los años se ofrecieron cursos en cuanto a la necesidad de pescar, la
naturaleza de los peces, dónde encontrar los peces, clasificación de los peces,
y las reacciones psicológicas de los peces.
Los que enseñaban tenían doctorados en pezología, pero no pescaban, tan
sólo enseñaban pesca. Año tras año, después de tediosa capacitación, muchos se
graduaron y recibieron licencias para pescar.
Luego de una reunión acerca de la necesidad de pescar, un joven salió a
pescar. Al día siguiente informó que había sacado dos notables peces. Se le
honró por su excelente faena, y le invitaron a hablar en todas las grandes
reuniones, a fin de que contara cómo había sacado a los dos grandes peces. Así
que dejó la pesca para tener el tiempo necesario para hablar de sus
experiencias con otros pescadores y para realizar una película acerca de la
gran pesca. Además fue nombrado miembro del comité general de pescadores con motivo
de su gran experiencia.
Ahora bien, es cierto que muchos de los "pescadores" eran
realmente sinceros y sacrificados y soportaban muchas dificultades. ¿Acaso no
seguían al maestro que les había dicho: «Síganme y los haré pescadores de
hombres»? Imaginemos lo dolidos que se sintieron algunos cuando un día alguien
se puso de pie e insinuó que los que no pescaban peces no eran pescadores, por
más que dijeran serlo. Y sin embargo, sonaba correcto.
¿Es una persona un pescador si año tras año nunca pesca? ¿Es uno
seguidor si no está pescando?
(Autor desconocido)
Capítulo 1
La
Evangelización Bíblica
La
Biblia es, y siempre debe ser, nuestro manual de evangelización. Este es
uno de los motivos por el cual Dios nos la ha dado. En consecuencia debemos
estudiarla para entender y contestar preguntas tales como:
· ¿Qué
es la evangelización?
· ¿Dónde
y a quién debemos evangelizar?
· ¿Por
qué debemos evangelizar?
· ¿Por
qué debemos evangelizar a los niños?
· ¿Quién
debe evangelizar a los niños?
· ¿Cuándo
debemos evangelizar a los niños?
¿Qué
es la Evangelización?
La
evangelización es la proclamación de buenas nuevas a pecadores perdidos: que
Jesucristo murió por sus pecados, que resucitó, y que puede y desea salvar a
aquellos que desean dejar su pecado (arrepentirse) y confiar en él como su
Señor y Salvador (Marcos 16:15; Lucas 24:46–48; 1 Corintios 15:1–4).
Este
mensaje del evangelio se delinea claramente en la Biblia, la
Palabra de Dios. La Biblia también deja en claro que hay tan sólo un
evangelio (Gálatas 1:8,9) y que este evangelio debe ser
predicado a todos (Marcos 16:15), sean adultos, jóvenes o niños.
Por
supuesto que es esencial conocer este mensaje del evangelio si hemos de predicarlo.
La evangelización involucra la enseñanza de cinco aspectos de la verdad bíblica
en la mayor medida posible:
Enseñar
acerca de Dios: la fuente de la salvación
Debemos
enseñar acerca de su carácter (quién es y cómo es él) y su obra (lo que él ha hecho).
Para comprender el pecado y la necesidad de salvación debemos empezar con una
clara comprensión de quién es Dios.
Debemos
resaltar:
· Dios
es el Creador (Hechos 17:23–29).
· Por
lo tanto el hombre tiene una responsabilidad para con él.
· Dios
ha hablado al hombre por medio de la Biblia (1 Corintios 15:3,4).
· Por
lo tanto el hombre debe escuchar la Palabra de Dios.
· Dios
es santo y justo (Hechos 17:31).
· Por
lo tanto debe juzgar el pecado.
· Dios
es bueno y bondadoso, amante y misericordioso (Juan 3:16).
Por lo tanto él
ha provisto la respuesta a la necesidad del hombre.
La santidad de
Dios hace que la salvación sea necesaria; el amor de Dios hace que la salvación
sea posible. Debemos siempre enseñar estas verdades bíblicas de manera
equilibrada.
Enseñar
acerca del pecado: la necesidad que tiene el hombre de la salvación
· Debemos
enseñar acerca de la naturaleza pecaminosa del corazón humano.
· Debemos
explicar lo que es el pecado, y que todos somos pecadores ante un Dios santo.
· Debemos
enseñar las consecuencias del pecado.
· Debemos
resaltar:
- El pecado se
comete contra Dios (Salmo 51:4).
- Es una
transgresión de su Ley (1ª Juan 3:4).
-Todos somos
pecadores por naturaleza (Efesios 2:3) y por nuestros hechos
(Romanos 3:23).
(Romanos 3:23).
-
El pecado merece el castigo y la eterna separación de Dios (Romanos 1:18).
Convencer
al individuo de su pecado es obra del Espíritu Santo. Debemos orar que él haga
esta obra en los corazones y las vidas de los niños a los que enseñamos.
Enseñar
acerca de Jesucristo: el camino de la salvación
· Debemos
enseñar acerca del Señor Jesucristo; es él quien salva.
· Debemos
enseñar acerca de su persona (quién es él), y su obra (lo que él hizo).
· Debemos
resaltar:
- Él es Dios el
Hijo, el único Salvador (Hechos 9:20).
- Su muerte: su
significado e importancia, y su eficacia para expiar el pecado
(Hechos 2:23, 33,38).
(Hechos 2:23, 33,38).
- Su
resurrección: Él es un Salvador viviente (Hechos 2:24–32).
- Su exaltación:
Él es Señor de todo (Hechos 2:33–36).
· Debemos
confiar personalmente en Cristo para salvación.
Las enseñanzas
acerca de su persona y obra salvadora deben estar estrechamente vinculadas al
presentar el evangelio.
Enseñar
acerca del arrepentimiento y la fe: la apropiación de la salvación
La
invitación de venir a Cristo es una parte esencial del evangelio (Juan 6:37;
Apocalipsis 22:17). Debemos orar que de inmediato se produzca fe y confianza en
Cristo.
Debemos
resaltar:
· La
invitación que hace Cristo de venir a él (Mateo 11:28).
· La
necesidad de tener un deseo de dejar atrás el pecado y volverse hacia Dios
(Hechos2:38; Hechos 26:20).
· La
necesidad de confiar en el Señor Jesucristo y empezar una vida de obediencia
(Hechos 16:31; Romanos 10:9,13).
La
verdadera fe siempre incluye el arrepentimiento, y ambos involucran una
respuesta a la invitación de Cristo con tres componentes: la mente, el corazón
y la voluntad (Romanos 6:17).
Enseñar
acerca de los resultados de la salvación
Los
niños deben saber lo que sucederá en el momento que confíen en Jesucristo como
su Salvador:
· Todos
sus pecados serán perdonados. Serán justificados (Hechos 13:38,39).
· Recibirán
vida eterna (Juan 3:16).
· Recibirán
el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).
· Serán
regenerados y recibirán una nueva naturaleza (Juan 3:3–8), y Dios esperará ver
un verdadero cambio en sus vidas (Hechos 26:20).
Además
es imprescindible comprender y practicar los métodos de evangelización que
podemos observar en el ministerio de los evangelistas en el Nuevo Testamento.
Su
ministerio involucró:
Proclamación de
las grandes verdades del evangelio, sobre todo la verdad central de «Cristo
crucificado» (1 Corintios 1:23). Pero las buenas nuevas de la cruz tan sólo se
pueden comprender a la luz de las malas nuevas en cuanto a nuestro pecado, y
nuestro pecado sólo se comprende a la luz del carácter de Dios. Así que también
incluyeron estas verdades.
Explicación de
las grandes verdades del evangelio. Los niños de hoy carecen de un trasfondo
bíblico, así que declaraciones del evangelio son inadecuadas si no se explican
y enseñan correctamente (Mateo 28:19, 20). Nuestros niños necesitan enseñanza
del evangelio; no sólo enseñanza, no sólo evangelización sino una combinación
de los dos.
Invitación a
reaccionar a estas grandes verdades del evangelio. El evangelio exige una
reacción, una reacción del corazón; y los apóstoles siempre desafiaban a sus
oyentes inconversos a reaccionar ante lo que habían oído (Hechos 2:38; Hechos
13:39; Hechos 16:31). Esta no es una reacción física sino una respuesta del
corazón a Dios el Espíritu Santo según él nos convence y nos señala a
Jesucristo.
Aclaración de
lo que sucede cuando un pecador confía en Cristo y lo que significa el
convertirse y vivir como cristiano (Hechos 3:26; Hechos 14:15; 2 Corintios
5:17;
1ª Tesalonicenses 1:9).
1ª Tesalonicenses 1:9).
¿Dónde
y a quién debemos evangelizar?
El
patrón bíblico de evangelización se presenta claramente en Marcos 16:15. El
Señor Jesús nos ordenó: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a
toda criatura».
¿Dónde
debemos evangelizar? ¡En todo el mundo! También leemos en Hechos
1:8: «Serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra». En lo que concierne a evangelización,
necesitamos una visión que abarque todo el mundo.
Si
bien debemos tener un corazón y una carga para todo el mundo, obviamente no es
posible que cada uno de nosotros vaya a todas partes. Así que debemos pedir a
Dios que nos muestre en qué parte del mundo tenemos una responsabilidad directa
de vivir y realizar un ministerio de evangelización. Puede que sea «del otro
lado de la calle» o puede ser «del otro lado el mar». Él nos lo mostrará claramente
cuando se lo pedimos con sinceridad.
Señor
úsame. Heme aquí. Úsame
Quiero ser grandemente usado por ti
Del otro lado de la calle, o aun del mar
Señor, heme aquí, úsame.
Quiero ser grandemente usado por ti
Del otro lado de la calle, o aun del mar
Señor, heme aquí, úsame.
¿A
quién debemos evangelizar? ¡A toda criatura! La
evangelización bíblica es evangelización total. Dios quiere que evangelicemos a
todos. No existe un grupo específico al que debemos dirigir nuestro esfuerzo
evangelístico, sean adultos, adolescentes o niños.
Algunos
insisten que debemos evangelizar tan sólo a adultos o padres y que ellos luego
evangelizarán a sus propios hijos. A primera vista parece razonable. Pero
surgen dos problemas:
Primeramente, no
es bíblico porque el patrón bíblico de evangelización es el de evangelizar a
todos, y no a un grupo en particular. Nadie queda excluido.
En segundo
lugar, significaría que una importante proporción de la población sólo
escucharía el evangelio si otros primero reaccionaran favorablemente al oírlo.
Esto no parece ni ético ni justo.
Leemos
en 2 Reyes 12:2: «Joás hizo durante toda su vida lo que agrada al SEÑOR, pues
siguió las enseñanzas del sacerdote Joyadá». Llegó al trono con sólo siete años
de edad
(2
Reyes 11:21). Imaginemos lo que hubiera sucedido si hubiera recibido sólo la
influencia de su padre idólatra y su madre depravada. Pero Dios preparó a
Joyadá para proporcionarle la ayuda e instrucción espiritual que no hubiera
recibido de sus padres.
Es
interesante ver cómo Pablo siguió y obedeció el patrón bíblico de
evangelización dado por el Señor Jesús en Marcos 16:15. Describe su ministerio
evangelístico en Hechos 26:22 y 23:
«Pero
Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a
grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya
dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en
resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles.»
La
palabra griega que usa Pablo para «pequeños» es «mikros». La que usa
para «grandes» es «megas». ¿Pensaba en los de estatura física grande y
pequeña? Es probable. ¿Pensaba en los que eran importantes y los que no lo
eran? Posiblemente. Pero el principio fundamental era el mismo. Evangelizó a
todo el que pudo y nunca excluyó a nadie. Puede que las condiciones sociales de
su época hayan causado que tuviese más contacto con adultos que con niños, pero
eso no afectó ni influenció su principio fundamental de evangelizar a todos.
Todos
necesitan a Cristo. Por lo tanto debemos evangelizar a todos. Ese
debe ser nuestro principio fundamental en la evangelización.
Por
supuesto que es obvio que no podemos evangelizar a todos, así como
no podemos ir atodas partes, por más que esa sea nuestra visión y
nuestro deseo. Así que pedimos a Dios que él nos muestre qué grupo nos
corresponde evangelizar, y ponemos nuestro mayor esfuerzo en eso. Dios nos muestra
a muchos que nuestra responsabilidad es evangelizar a niños.
¿Por
qué debemos evangelizar?
Todo
creyente debe entender que tiene un papel necesario en el gran programa
evangelístico de Dios, sean o no obreros a tiempo completo. La evangelización
siempre debe ser una de las prioridades de la Iglesia. Existen varias
razones para esto.
La primera
razón, y la más obvia, como ya vimos, es el mandato del Señor
Jesús en Marcos 16:15. Él ha dicho que debemos evangelizar, y tenemos que
obedecer.
Otra razón vital
es que el amor de Cristo nos obliga. «El amor de Cristo nos
obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por
consiguiente todos murieron» (2 Corintios 5:14). Le amamos, y demostramos ese
amor al hablar de él a otros.
El tercer motivo
es porque Dios, el Espíritu Santo llama al pueblo de Dios a
evangelizar, y pone esa carga en sus corazones (Mateo 9:38; Hechos 13:2).
Además concede a muchos el don de evangelización (Efesios 4:11).
Un cuarto
motivo, y quizá el más importante es porque nos preocupamos por la
gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Queremos ver a Dios
glorificado en las vidas de hombres, mujeres, niños y niñas. Millones toman en
vano el nombre de Dios, no se dan tiempo para él o su Palabra, se postran ante
dioses falsos y le roban a Dios su gloria. Deseamos que Dios tenga el lugar que
le corresponde en sus vidas. Deseamos su gloria. ¿Cuál es la más grande
manifestación de su gloria, su gracia y su poder hoy en día? ¿Acaso no es la
salvación de los que responden al evangelio?
Todas
éstas son razones vitales por las que tenemos que evangelizar.
¿Por
qué debemos evangelizar a los niños?
Ahora
es necesario contestar la pregunta: ¿Por qué debemos evangelizar a niños? La
responderemos a lo largo de la serie.
Pero
a la luz de lo que ya hemos visto, podemos dar una respuesta clara y
precisa. Debemos evangelizar a niños porque el Señor Jesús nos ha dado
el mandato de hacerlo. Su último mandato para nosotros fue: «Anuncien
las buenas nuevas a toda criatura» (Marcos 16:15). Eso incluye a niños, de
todas las edades. En Romanos 1:16 Pablo declara que el evangelio es «poder de
Dios para la salvación». Hay poder en el evangelio y el Espíritu Santo usa el
evangelio para convencer a niños y niñas de su pecado, llevarlos a Jesucristo y
regenerarlos. El poder está en este maravilloso mensaje y no en nosotros mismos
ni en nuestros métodos.
Este es
el principal motivo por el cual evangelizamos a niños. El Señor Jesús nos lo ha
mandado. No podemos esquivar o evitar este mandato. Es sencillo, claro y preciso.
A
la vez debemos tener en mente que existe sólo un evangelio.
«Pero
aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio
distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! Como ya lo
hemos dicho, ahora lo repito: si alguien les anda predicando un evangelio
distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición!» (Gálatas 1:8, 9).
Nuestro
Señor nos ordenó: «Anuncien las buenas nuevas a toda criatura». No existen dos
evangelios: uno para adultos y jóvenes y otro para niños. ¡No! Debemos predicar
el mismo evangelio sin importar la edad. Puede que haya diferencias en la
manera de presentarlo o ilustrarlo pero el mensaje siempre tiene que ser el
mismo.
El
Dr. Francis Schaeffer, escritor y maestro cristiano de renombre internacional,
dijo en una conferencia para los que trabajan con niños:
«Hay
tan sólo un evangelio tanto para adultos como para niños. La evangelización de
niños no es otro evangelio sino un problema de traducción en el que debemos
proclamar las grandes verdades de la fe cristiana de manera muy sencilla. La
razón principal de mi convicción que los niños pequeños realmente pueden
entender las verdades fundamentales del evangelio es que creo en el ministerio
del Espíritu Santo para comunicarles el mensaje de salvación y santificación.
No existe adulto, por más inteligente que sea, que pueda entender el evangelio
sin la iluminación del Espíritu Santo.»
Dos
hechos adicionales ayudarán a convencernos de la importancia de obedecer al
mandato de nuestro Señor de predicar el evangelio a niños:
La población
mundial actualmente es de 5.000 millones. Más de un tercio (el 35%) de la
población total del mundo son niños. En varios países del tercer mundo, esta
proporción se eleva a la mitad de la población. ¡Eso significa un total de
1.750 millones niños menores de 15 años! ¡Qué enorme campo para misiones! Así
que cuando el Señor Jesús habló de evangelizar a «toda criatura», debemos
recordar que por lo menos la tercera parte de los referentes son niños, y por
lo tanto una importante proporción de la población mundial.
La niñez es una
etapa en la vida de todos, y una por la cual todos debemos
atravesar. ¡Eso significa que los dos tercios que no son en la actualidad
niños, en algún momento lo han sido!
Hoy
en día existen muchas iglesias y muchos creyentes que han obedecido este
mandato del Señor Jesús y que están evangelizando a niños, y damos gracias a
Dios por cada uno de ellos. Pero lamentablemente la observación y la
experiencia nos muestran que es probable que estén en la minoría. Existe un
buen número de iglesias evangélicas y muchos individuos que trabajan con niños
pero que no creen necesario evangelizarlos. Existen iglesias y creyentes que
casi no tienen ninguna clase de ministerio con niños. Nuestra oración es que
Dios nos abra los ojos a todos no sólo para ver la gran necesidad que hay de
evangelizar a niños, y darnos cuenta de las grandes oportunidades que existen
para este ministerio, sino sobre todo para entender el hecho de que Jesucristo
nos ha mandado hacerlo.
Los
catecismos de Calvino, Knox y Lutero enfatizaban a los niños y nuestra
responsabilidad hacia ellos. Lutero, por ejemplo, dijo: «Si el Reino de Dios ha
de venir con poder, debemos empezar con los niños, y debemos enseñarles desde
la cuna».
Martín
Lutero también dijo: «Me conmueve profundamente ver que niños y niñas pueden
orar, creer y hablar de Dios y de Cristo más que antes». En 1530 predicó un
sermón en el cual dijo: «Debemos tener pastores comunes y corrientes que
enseñen el evangelio y el catecismo a los de corta edad y a los que lo
ignoran».
El
renombrado Metropolitan Tabernacle de Carlos Spurgeon en
Londres tuvo un extenso ministerio de evangelización de niños en escuelas
dominicales y otros lugares. De vez en cuando también realizaron reuniones
evangelísticas para niños a las que asistieron hasta 8,000 personas, de las
cuales muchas declararon su fe en Cristo. Diecisiete años más tarde, Spurgeon
podía señalar a varios «pilares de la iglesia» quienes habían sido convertidos
de niños en estas reuniones.
Se
sabe de Robert Murray McCheyne, el conocido pastor y predicador escocés quien
fuera grandemente usado por Dios en la primera mitad del siglo XIX, que «el
piso de su oficina estaba colmado de niños que buscaban al Salvador». Y se dice
que el Dr. Andrew Bonar de Glasgow, Escocia, el igualmente conocido pastor y
predicador y biógrafo de McCheyne, tuvo «reuniones especialmente para niños y
jóvenes en su iglesia en los que los miembros se vieron conmovidos hasta
derramar lágrimas». Él mismo declaró que la mayoría de sus ancianos «tenían
hijos pequeños que se regocijaban en Jesús».
Quién
debe evangelizar a los niños
Hay
varias respuestas a esta pregunta y todas son correctas según la dirección de
Dios y las circunstancias.
Primeramente,
creo que es responsabilidad de todo creyente evangelizar a
niños según se presente la oportunidad. La evangelización es un mandato para
todo cristiano, y no se limita a unos pocos que tengan el don. Todo cristiano
tiene contacto con niños de alguna manera, sea en el hogar, la iglesia, o el
vecindario.
A todos nos
preocupa el bienestar físico y social de los niños y hacemos lo posible por
ayudar a los que tienen alguna necesidad en esas áreas. ¿Acaso no debería ser
lo mismo en el ámbito espiritual? Cada uno puede como mínimo orar por
la salvación de niños. Además todos podemos dar un folleto del evangelio a un
niño, o invitarle a una reunión para niños. Cada uno puede testificarle a algún
niño que conocemos. ¡No necesitamos dones o habilidades especiales para
hacer algo para evangelizar a niños!
En
segundo lugar están aquellos que tienen algún puesto de responsabilidad y que
tienen oportunidades especiales para evangelizar a niños. Esto incluye a
pastores que tienen responsabilidad por toda la comunidad de
la iglesia; maestros de escuela dominical y obreros que trabajan
voluntariamente con niños, ya sea dentro o fuera de la iglesia; y padres,
quienes tienen una responsabilidad muy especial hacia sus propios hijos
(Efesios 6:1–4; Colosenses 3:20,21). Todos estos grupos deben estar alertas a
oportunidades para compartir el evangelio con los niños que tienen a su cargo.
Juan Bunyan, autor de El Progreso del Peregrino y también
pastor, escribió: «Desearía estar pescando a niños y niñas». Me pregunto si
cada uno de nosotros podría decir lo mismo.
En
tercer lugar están aquellos a los que Dios el Espíritu Santo ha llamado a un
ministerio a tiempo completo con niños. A estos también les ha impartido el don
de maestros para este propósito (Romanos 12:7; 1 Corintios 12:28; Efesios
4:11,12) y, en muchos casos, el don de evangelización (Efesios 4:11). Estas
personas tienen una responsabilidad especial de evangelizar a niños, y toda la
comunidad de creyentes debe animarlos y apoyarlos en este su ministerio vital.
Además,
debemos enfatizar nuevamente que nuestra evangelización de niños tiene que
estar basado absoluta y completamente en la Biblia. Esa es
nuestra guía. Ese es el manual inspirado por Dios para la
evangelización, y en él vemos claramente el MENSAJE que debemos enseñar en
evangelización, y los MÉTODOS que debemos usar.
Por
último, recuerde: Evangelizamos a niños porque el Señor Jesús así lo ha mandado
(Marcos 16:15)
Carlos
Spurgeon escribió
«Los
niños necesitan el evangelio, todo el evangelio, el evangelio puro; deben
conocerlo, y si el Espíritu de Dios les enseña, tienen la misma capacidad de
recibirlo que las personas mayores.
Enseñen
a los pequeños que Jesús murió, el Justo por los injustos, a fin de llevarlos a
Dios.Tomen ánimo; el mismo Dios que ha salvado a tantos niños, salvará a muchos
más, y tendremos gran gozo al ver a centenares acudir a Cristo.»
(Citado
de Come Ye Children)
«Pueden
estar doblemente seguros que están obedeciendo la voluntad de Dios porque hay
ciertos preceptos con relación a los pequeños, tales como: "Apacienta mis corderos"
e "Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo
abandonará".
El
amor que los ha redimido a ustedes también los constriñe. Sienten la sagrada
mano en sus hombros, esa mano que fue traspasada, y oyen que su Redentor dice:
"Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes" y a raíz de
ese encargo, ustedes buscan a los pequeños en obediencia a su voluntad. El que
obedece hace bien, y en ese sentido, el servicio de ustedes entre los pequeños
es hacer el bien.
Además,
es hacer el bien porque da gloria a Dios... Siempre que intentemos algo que
promueva la gloria divina, estamos haciendo el bien. Cuando damos a conocer la
gracia de Jehová, cuando obramos de acuerdo a sus propósitos de amor, cuando
hablamos la verdad que honra a su amado Hijo; en toda ocasión cuando el
Espíritu Santo da testimonio a través nuestro de las eternas verdades del
evangelio, se hace el bien hacia Dios. No podemos incrementar su gloria
intrínseca, si no es a través de su Espíritu, y una de las mejores maneras de
hacer esto es darle suma importancia a enseñar a los niños el temor del Señor
de modo que ellos sean semillas para servirle y regocijarse en su salvación.»
(Citado de Words of Counsel for Christian Workers)
Capítulo 2. En futuro está en sus manos
¡Todo obrero entre niños requiere lentes bifocales
espirituales! Se interesa y está involucrado tanto en el presente como el
futuro.
Necesita ver a los niños tal como son con sus necesidades y posibilidades en
el presente.
Necesita ver a los niños tal como serán algún día. Los niños de hoy son
los padres, policías, políticos y predicadores del futuro.
El trabajo entre niños es por lo tanto una inversión
doble. Invertimos en las vidas de niños tales como son, e invertimos en lo que
serán en el futuro.
A un niño le preguntaron: «¿Qué piensas ser cuando seas
grande?»
Él contestó: «Quizá un misionero; quizá un gángster».
«¿Qué quieres decir?», preguntó su interlocutor.
«Bueno», dijo el niño, «todo depende de quién me atrape
primero».
Es cierta la afirmación que el futuro está en manos de
los niños. Es igualmente verdad que los niños están en nuestras manos. Por lo
tanto el futuro está en nuestras manos, y debemos preguntarnos: «¿Qué estamos
haciendo con él?»
Juan Wesley, el gran predicador del siglo XVIII, y fundador
del metodismo, escribió: «A menos que podamos encargarnos de la nueva
generación, el actual avivamiento de religión tan sólo durará la edad de un
hombre».
Nosotros, como él, debemos pensar en el futuro, no sólo
en el presente.
Moisés y la generación futura
Moisés dejó esto muy en claro al pueblo de Israel en el
libro de Deuteronomio. Mientras se preparaban para entrar a la Tierra Prometida, por lo menos en
cuatro ocasiones Moisés enfatizó que su futuro en esa tierra dependía de su
actitud hacia sus niños y el trato que les dieran.
Les ordenó: «Enséñenselas a sus hijos» (Deuteronomio
11:19) y a la vez les señaló el resultado de la obediencia a ese mandato: «Así…
ustedes y sus descendientes prolongarán su vida sobre la tierra» (Deuteronomio
11:21).
También les mandó: «Incúlcaselas continuamente a tus
hijos» (Deuteronomio 6:7). Pero había introducido este mandato con una
explicación de lo que sucedería si lo obedecían: «Así te irá bien y serás un
pueblo numeroso en la tierra donde abundan la leche y la miel, tal como te lo
prometió el SEÑOR y Dios de tus padres» (Deuteronomio 6:3). Este mismo énfasis
se puede ver en Deuteronomio 4:9,10 y en Deuteronomio 31:12,13.
Moisés y Josué, y la generación futura
Moisés también tenía en mente a la «generación futura»
cuando, a raíz del mandato de Dios, instituyó la
Pascua. Uno de los principales
propósitos de la Pascua era el de ser una ayuda visual para
enseñar a las generaciones futuras acerca del poder de Dios. «Y cuando sus
hijos les pregunten: "¿Qué significa para ustedes esta ceremonia?",
les responderán: "Este sacrificio es la
Pascua del SEÑOR..."» (Exodo
12:26–27).
Josué siguió su ejemplo al erigir las doce piedras del
río Jordán como recuerdo de lo que Dios había hecho allí: «Servirán como señal
entre ustedes. En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: "¿Por qué
están estas piedras aquí?" Ustedes les responderán: "El día en que el
arca del pacto del SEÑOR cruzó el Jordán, las aguas del río se dividieron
frente a ella..."» (Josué 4:6,7).
Estos fueron hombres que comprendieron que el futuro de
la nación estaba en manos de los niños, y querían prepararse para aquel día.
El salmista y la generación futura
El salmista también compartió esta preocupación por la
«generación futura» al escribir el Salmo 78. Prometió en el versículo 4 que no
escondería de los niños la
Palabra de Dios: «Hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas y
de las maravillas que ha realizado». Su propósito era «para que los conocieran las generaciones venideras... Así
ellos pondrían su confianza en Dios» (vs 6 y 7). Luego subraya su deseo y su
oración por los niños, y por «la generación venidera», que ellos «así no
serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón
fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios» (vs 8).
Él estaba convencido de que si no alcanzaba ya a la
generación futura, volverían a ser como la generación actual y se repetiría el
mismo ciclo vez tras vez.
Nosotros y la generación futura
Esto debería ser un desafío para nuestros corazones. Los
niños de hoy son la Iglesia de mañana y el pueblo de mañana;
descuidarlos es asumir un grave riesgo. Debemos prepararnos para el mañana
alcanzando hoy a nuestros niños con el evangelio. Nuestra inversión en ellos
será buena y provechosa, aunque no siempre vemos los resultados de la inversión
tan pronto como quisiéramos. Es muy común invertir dinero con la idea de
ganancias en el futuro. Habiéndolo hecho, esperamos con paciencia las ganancias
aseguradas. De igual manera cosecharemos los resultados de nuestra
evangelización de niños, si aprendemos a ser pacientes. Pero de una manera
maravillosa Dios con frecuencia nos da muchas ganancias presentes por nuestra
inversión. Estas son adicionales a las que recibiremos en el futuro.
Un pastor suizo invierte en el futuro
El Doctor Armin Mauerhofer fue hasta hace poco pastor de
una de las iglesias evangélicas libres más grandes de Suiza. Cuando la iglesia
era aún pequeña, él vio el gran potencial en los niños de Langenthal, y decidió
construir para el futuro. Él y su iglesia planificaron y desarrollaron dos
tipos de ministerio a los niños del pueblo y las zonas aledañas:
· Una escuela dominical para los hijos de
miembros de la iglesia
· Varios clubes bíblicos realizados en días
de semana en hogares, alcanzando a niños que no formaban parte de la iglesia
Estos dos grandes grupos de niños permanecieron separados
hasta llegar a la adolescencia, cuando se unieron bajo el ministerio de jóvenes
de la iglesia.
El Doctor Mauerhofer dice que su iglesia fue construida
sobre la base de este ministerio evangelístico de niños, y que muchos de los
que ahora están en la iglesia fueron alcanzados y recibieron la salvación
mediante los clubes bíblicos.
Él vio que el futuro de la iglesia estaba en manos de los
niños, e invirtió en ellos. La inversión finalmente fue muy fructífera.
Dice que hoy, como profesor en el Seminario Teológico
Evangélico Libre de Basilea, Suiza, él quiere que sus alumnos entiendan que su
ministerio más importante será el llevar a niños a Cristo y alcanzar a los
niños perdidos de su vecindario. Continuamente enfatiza que los niños creyentes
son los misioneros, pastores y líderes del mañana.
Repite: «Tenemos que estar conscientes que en verdad vale
la pena invertir en los niños». En consecuencia, algunos de sus estudiantes en
el seminario le han dicho: «Algún día nosotros seremos pastores y entonces
tendremos ministerio entre niños en nuestras iglesias».
Todo obrero entre niños necesita tener lentes bifocales
espirituales. Evangeliza a los niños porque ve su necesidad actual de
Jesucristo y su salvación. Pero también evangeliza porque ve su potencial para
el futuro, y está invirtiendo en ese futuro.
Conclusión
Evangelizamos a los niños porque el futuro de la iglesia y del país está en sus manos.
Carlos Spurgeon escribió:
Una verdad que se deposita en el corazón de un niño
fructificará y en su edad adulta se verá su fruto. Aquel niño que en clase oye
la suave voz de su maestro puede llegar a ser un Lutero, y sacudir al mundo con
su proclamación vehemente de la verdad.
Que nadie desprecie a los menores, ni piense que no
tienen importancia. Insisto en que se les dé prioridad.
Ellos son el futuro del mundo. El pasado ya fue, y no lo
podemos cambiar; el presente mismo se va ante nuestra mirada; pero nuestra
esperanza está en el futuro; por eso pido lugar para los niños y las niñas.
(Citado de Come Ye Children)
¡Maestros, miren lo que pueden hacer! En sus escuelas
están los evangelistas del futuro. En esa clase de párvulos hay algún futuro
misionero a tierras lejanas. Hermana, ahí bajo tu instrucción hay un futuro
apóstol. Hermano, bajo tu enseñanza se hallan los que llevarán los estandartes
de nuestro Señor en lo más reñido del combate. Las generaciones tienen la mira
en ustedes cada vez que se reúnen con su clase.
(Citado de Come
Ye Children)
No pienso que las iglesias de Jesucristo serán edificadas
principalmente por quienes han vivido una vida de pecado, sino por jóvenes y
señoritas quienes han sido criados desde su niñez en el temor del Señor y
quienes serán los pilares de la casa de nuestro Dios. Si deseamos ver
cristianos fuertes, debemos fijarnos en aquellos que han sido creyentes desde
su juventud; los árboles deben ser plantados en los atrios del Señor durante su
juventud si han de crecer y prosperar largo tiempo.
(Citado de Words of Counsel for Christian
Workers)
¿Quién puede imaginar la gloria que Dios recibirá por su
causa? Los pueblos paganos los bendecirán. Naciones enteras serán por ellos
iluminados...
Es correcto que miremos con admiración a los niños
convertidos pues no sabemos si irán pronto a estar entre los ángeles, o cuánto
brillará su luz entre los hombres. Hermanos y hermanas, démosles a los niños su
valor real, y entonces no desearemos impedirlos sino que estaremos ansiosos por
guiarlos ya a Jesús.
(Citado de un sermón que predicó el 17 de
octubre de 1886)
Tomado y
adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam
Doherty
Capitulo
3
Uno
de estos pequeños que confía en mí
El
mandato del Señor Jesús en Marcos 16:15 de evangelizar a todos es un mandato
absoluto, y no depende de ninguna manera de los resultados de tal
evangelización. Es decir, el mandato de evangelizar rige aun cuando los que
escuchan el mensaje por algún motivo no aceptan o ni siquiera entienden lo que
predicamos.
Pero
a la vez es un gran incentivo y motivo de ánimo para nuestra evangelización,
como también un motivo válido, si es posible y factible que
crean en Jesucristo como su Salvador los que oyen el mensaje. Qué enorme
aliento puede ser para nosotros como evangelistas si nos damos cuenta que los
que nos escuchan en verdad pueden confiar en Jesucristo cuando el Espíritu
Santo obra en sus corazones.
En
consecuencia, uno de los motivos por los cuales evangelizamos a niños es porque
sabemos que la Palabra de Dios dice que sí es posible que un niño,
aun un niño pequeño, ponga su confianza en Jesucristo como su Señor y Salvador
y sea salvo. Es lamentable que en muchas iglesias evangélicas en realidad no se
cree que un niño puede ser salvo, excepto en circunstancias excepcionales. D.L.
Moody, el conocido evangelista norteamericano, en cierta ocasión dijo: «Es
impresionante cuánta infidelidad hay en la iglesia con respecto a la conversión
de niños. Son pocos los que creen que los niños pueden se pueden convertir,
pero gracias a Dios, asoma un nuevo día».
El
Dr. Andrew Bonar, un conocido pastor en Escocia del siglo XIX y biógrafo de
Robert Murray McCheyne escribió: «Hay un error muy difundido entre el pueblo de
Dios. Todos dicen creer que el Espíritu Santo puede convertir almas sin
importar su edad, y que la conversión debe darse cuanto antes, y sin embargo,
no se ocupan de la conversión de niños con la misma viva fe que para con los
mayores. Los mismos entusiastas creyentes que se esfuerzan por ganar a los
mayores, y no se sienten satisfechos hasta que se conviertan, ni sienten ni
actúan así en cuanto a niños. No insisten, como lo hacen con los mayores, en la
urgente necesidad de aceptar a Cristo.»
El
Doctor Armin Mauerhofer dice: «Los niños pueden entender el mensaje de
salvación de manera profunda. Yo me entregué a Cristo a los diez años de edad y
estaba disgustado con todos aquellos que no me creían. Sentí gratitud hacia los
que me tomaron en serio. Sigo siendo creyente hoy.»
Lo
que hacen muchos de los que trabajan con niños es enseñarles historias
bíblicas. Con frecuencia la enseñanza incluye el camino de la salvación. Pero
esto se considera sencillamente como «sembrar la semilla». No se espera
cosechar hasta la adolescencia.
El
Doctor Donald G. Barnhouse, pastor de una iglesia grande en Filadelfia, quien
tuvo un extenso ministerio radial y fue expositor en la Convención
Keswick en Inglaterra, escribió:
«¿De
qué le sirve a un niño saber qué distancia hay entre Jerusalén y Nazaret si no
conoce la distancia que separa al corazón humano de Dios?»
En
consecuencia, en muchas iglesias y escuelas dominicales la evangelización de
niños es escasa o aun inexistente, y el principal motivo es porque no creen ni
esperan que los niños puedan ser salvos.
Versículos
específicos nos muestran
que un niño puede confiar en Cristo
que un niño puede confiar en Cristo
En
Mateo 18:6 el Señor Jesús habla acerca de «uno de estos pequeños que creen en
mí». El contexto nos muestra que tenía a un niño en sus brazos y que se refería
a él mientras hablaba (Mateo 18:2; Marcos 9:36). La palabra griega usada para
«niño» en Mateo 18:2-5 y en Marcos 9:36 es «paidion». Esta palabra
significa un niño pequeño, no un bebé, pero un niño de corta edad.
En Mateo 18:6,10 y 14 se usa la palabra «mikros». Esta palabra significa
algo o alguien pequeño. Su uso es similar, por lo tanto, a «niño pequeño» y su
significado es básicamente el mismo. Podemos confirmar esto por el hecho de que
el Señor Jesús tenía a un niño en sus brazos mientras hablaba, y a quien se
refería al usar ambas palabras. Por lo tanto, estaba hablando de niños y
específicamente de niños pequeños.
La
palabra «creer» en el versículo 6 es la traducción de la palabra griega «pisteuo»
que significa «confiar» o «tener confianza en». Significa «depender de» y no
simplemente «creencia». Es la misma palabra que se usa en Juan 3:16: «Todo el
que cree en él noSeñor Jesús; así tú y tu familia serán salvos».
En
consecuencia, el Señor Jesús nos hace saber en Mateo 18:6 que es posible que
un niño pequeño confíe o ponga su confianza en él y de esa manera sea salvo.
Tal afirmación del Señor Jesús deja en claro y sin lugar a duda que un niño
puede ser salvo, no importa lo que otros puedan decir.
Esta
verdad, que un niño puede ser salvo, también se puede encontrar en otros versículos
específicos en diferentes partes del Nuevo Testamento.
En
la carta a la iglesia de Éfeso (Efesios 1:1) Pablo se dirige a todos los
santos desde 1:1 hasta 5:21. Luego se dirige a grupos específicos de los santos
y a cada grupo comunica las pautas y los mandatos que se aplican sólo a ese
grupo. Estos grupos son: esposas (5:22–24), esposos (5:25–33), padres (6:4),
esclavos (6:5–8) y amos (6:9). Se sobreentiende que los que forman cada uno de
estos grupos son creyentes y santos.
Pero
existe también otro grupo de creyentes o santos a quienes se dirige en forma
directa. Son los niños (6:1–3): «Hijos», escribe, «obedezcan en el Señor a sus
padres». Esto nos demuestra claramente que había niños en Éfeso que eran santos
o creyentes, y que a ellos se dirigía. Esto significa que es posible que
un niño sea santo o creyente. Se puede llegar a la misma conclusión luego de
leer y comparar Colosenses 1:2 y 3:20.
La
palabra griega que se usa para niños en estos dos pasajes de Efesios y
Colosenses no es la palabra «paidion» que mencionamos anteriormente,
sino la palabra griega «teknon». Es una palabra más amplia usada para
indicar niños de todas las edades. Pero también se usa a veces para indicar
niños pequeños, como por ejemplo en Mateo 15:26; Hechos 21:5,21; 1 Tesalonicenses
2:7; 1 Timoteo 3:4; Apocalipsis 12:4. Por lo tanto, podemos concluir que estas
citas por lo menos incluyen a niños pequeños. El hecho de que a estos niños se
les manda obedecer a sus padres también implicaría que son relativamente
pequeños.
En
el primer capítulo de la carta a Tito, Pablo menciona los requisitos para ser
anciano. Uno de estos es: «Sus hijos deben ser creyentes, libres de
sospecha de libertinaje o de desobediencia» (vs 6). Aquí nuevamente se usa la
palabra «teknon», y la conclusión lógica es que tiene que ser posible que
niños, de diversas edades, confíen en Jesucristo.
Versículos
específicos en el Nuevo Testamento tales como los que hemos visto nos
demuestran que es posible que un niño confíe en Jesucristo
como su Señor y Salvador.
Por
todo lo antedicho, debemos creer que los niños pueden confiar en Jesucristo
como su Salvador.
En
el Antiguo Testamento también hay varias indicaciones muy claras de que es
posible que un niño tenga una verdadera experiencia de Dios.
En
Deuteronomio 31:12 Moisés indica a los sacerdotes y ancianos: «Reunirás a todos
los hombres, mujeres y niños de tu pueblo, y a los extranjeros que vivan en tus
ciudades, para que escuchen y aprendan a temer al SEÑOR tu
Dios...» La palabra hebrea que se usa aquí para niños es «taph» y se
refiere específicamente a «pequeños». Queda claro sobre la base de este mandato
que Moisés consideraba que era posible que cada uno de los
cuatro grupos, incluidos los niños (los pequeños), temiera al Señor.
Temer al Señor es una experiencia espiritual a la que se hace referencia con
frecuencia en la Biblia y sobre todo en el Antiguo Testamento (Salmo
34:7,9, 11; Salmo 103:11,13,17).
En
el Salmo 34:11 David dice a los niños: «Vengan, hijos míos, (una palabra hebrea
más general, pero que también se puede usar para indicar niños pequeños) y
escúchenme, que voy a enseñarles el temor del SEÑOR». David obviamente creía
que los niños podían entender lo que era el temor del Señor, y que era posible
que le temieran.
En
Proverbios 8:17 Dios da una bondadosa promesa al decir: «Yo amo a los que me
aman, y me hallan los que temprano me buscan» (RV-95). Si bien
la promesa se refiere directamente a buscar a Dios de mañana, sería lógico que
el principio también se extienda a los que buscan a Dios en la mañana de su
vida, e incluso en el mismo amanecer de ella.
Por
lo tanto, debemos creer que es posible que los niños teman a Dios.
Al
leer los primeros 8 versículos del Salmo 78 es evidente que el salmista tenía
una gran carga por los niños (vs 4,5,6), o, como también los llama: «La
generación venidera» (vs 4,6). Quiere que oigan la Palabra de Dios
(vs 4-6), pero su principal propósito y deseo es que «pondrían su confianza en
Dios» (vs 7). Por lo tanto, tiene que haber creído que era posibleque
los niños pusieran su confianza en Dios. Él no quería que ellos al crecer
fuesen como «sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón
fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios» (vs 8).
Por
lo tanto debemos creer que es posible que los niños pongan su confianza en
Dios.
La
historia de Samuel (1 Samuel 3) es un excelente ejemplo de un niño, de corta
edad, que tuvo una verdadera experiencia con Dios. El versículo 7 demuestra que
no había conocido anteriormente al Señor y en el versículo 10 leemos que oyó la
voz del Señor y respondió a su llamado. En el versículo 19 encontramos que de
ese día en adelante creció tanto física como espiritualmente.
Por
lo tanto debemos creer que es posible que un niño pequeño oiga la voz del Señor
y que responda a su llamado
Leemos
en 2 Crónicas 24:1 de Joás quien ascendió al trono de Judá a los siete años de
edad. El siguiente versículo nos dice que «hizo lo que agradaba al SEÑOR»
durante años. También en 2 Crónicas 34:1–3 leemos que Josías, quien ascendió al
trono a los 8 años de edad, «hizo lo que agrada al SEÑOR, pues siguió el buen
ejemplo de su antepasado David». Ambos ejemplos nos demuestran que es posible que
un niño haga lo que agrada al Señor.
Por
lo tanto debemos creer que es posible que un niño haga lo que agrada el Señor.
Otros
versículos bíblicos nos muestran que un niño puede confiar en Cristo
Los
versículos específicos arriba mencionados nos muestran con claridad que
es posible que un niño, incluso un niño pequeño, tenga una
verdadera experiencia de Dios, y que ponga su confianza en el Salvador. Pero
además hay muchos otros versículos, sobre todo en el Nuevo Testamento, que
muestran con claridad que la salvación es para todos. La salvación
no es sólo para aquellos que han alcanzado cierta edad. La única condición no
tiene que ver con clase, color, credo o edad; es solamente que la persona en
cuestión crea y ponga su confianza en Jesucristo.
La
Biblia nos enseña que «tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para quetodo el que cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna» (Juan 3:16). La palabra «todo» incluye a los niños; y es
incorrecto leer o interpretar este versículo de tal manera que diga «todo el
que tenga más de 10 ó 12 ó 14 años que cree en él no se pierda». La Biblia no
nos da una edad límite para la conversión. Por lo tanto, tampoco nosotros
deberíamos hacerlo.
Existen
muchos otros versículos que nos enseñan que la salvación es para todos, siempre
y cuando confíen en Jesucristo (Juan 1:12; 3:36; Hechos 13:39; 16:30,31;
Romanos 10:9–13, Efesios 2:8).
Por
lo tanto creemos que la salvación no se limita a un grupo o ciertos grupos. Es
para todos siempre y cuando confíen en el Señor Jesucristo como su Salvador.
Si
una persona tiene la edad suficiente para creer o confiar en Cristo, tiene la
edad suficiente para ser salvo. ¿Puede un niño entender lo que es el pecado?
¿Es posible que sea convencido de su pecado? ¿Puede tener el deseo de dejar el
pecado? ¿Puede el niño comprender, de alguna manera, que Jesucristo murió por
él y por su pecado? ¿Es posible que, en su corazón, venga a Jesucristo y
sencillamente confíe en él? Entonces tiene la edad suficiente para ser salvo.
¿A
qué edad puede un niño ser salvo? No lo sabemos. La Biblia no lo
dice. Cada niño es diferente y cada niño llega en un momento distinto a una
edad de poder comprender y poder confiar en Cristo y ser salvo. Lo cierto es
que esa edad está muy por debajo de los 14 ó 12 años. Mi propia experiencia al
evangelizar a niños es que muchos vinieron a Cristo entre los 8 y 10 años de
edad, y varios eran aun menores. De hecho, existen numerosos ejemplos de niños
de hogares tanto cristianos como no cristianos que han confiado en Cristo a los
7, 6, 5 o hasta 4 años, y que desde ese momento han empezado a vivir para él.
La
experiencia nos muestra que un niño puede confiar en Cristo.
El
hecho de que el Espíritu Santo puede regenerar a niños se evidencia en las
vidas de muchos que confiaron en Jesucristo siendo aún niños. Estoy
seguro que varios de los que leen este libro darían fe de haber confiado en
Jesucristo siendo aún niños. Además, algunos de ustedes conocen a personas que
afirman haber confiado en Jesucristo siendo aún niños. Algunos de ustedes han
traído a niños a los pies de Jesucristo, y han visto verdadero crecimiento
espiritual en sus vidas. Es un hecho reconocido que varios cristianos de
renombre vinieron a Cristo siendo aún niños. Esta lista incluye a Corrie Ten Boom, Jim Elliot, Leighton Ford, Ruth de
Graham, Jonathan Edwards, Isaac Watts, Mateo Henry, Stephen Olford, Richard Baxter
y Lord Shaftesbury. Sé que podrían agregarse muchos otros nombres a
esta lista, de numerosos países alrededor del mundo, incluyendo el suyo.
Apostolos
Bliates, un conocido pastor y líder evangélico en Grecia, nació en un hogar
dónde se practicaba con devoción la religión griega ortodoxa. Él describe cómo
un vecino evangélico le presentó el evangelio cuando era niño pequeño, y afirma
que a los seis años de edad confió personalmente en Jesucristo como su Señor y
Salvador. Cuando informó a sus padres de su decisión tuvo que soportar su ira y
oposición pero nunca vaciló en su nueva fe, y años más tarde tuvo el gozo de
ver que ambos padres confiaran también en Jesucristo.
Es
quizá sorprendente que tantos niños hayan confiado en Jesucristo como su
Salvador dadas las dudas que tienen algunos evangélicos en cuanto a la
conversión de niños. Hay algunos cristianos, quizá muchos, que creen que los
niños no pueden realmente entender el camino de la salvación y que no pueden
confiar en Cristo. Sin embargo, subestiman la capacidad que tiene un niño para
comprender. Los niños comprenden mucho más de lo que nosotros pensamos. Además,
subestiman la capacidad del Espíritu Santo para darles el entendimiento
espiritual que necesitan, y para regenerarlos. La consecuencia es que los que
no creen que los niños pueden ser salvos, o tienen serias dudas en cuanto al
tema, generalmente no los evangelizan.
Juan
Wesley, fundador del metodismo, obviamente creía que los niños podían confiar
en Jesucristo y tener experiencias genuinas con Dios. Escribe en uno de sus
diarios: «En Newburgh, una caleta pesquera a unos 25 km de Aberdeen,
la sociedad (metodista) aumenta rápidamente, no sólo hombres y mujeres sino un
buen número de niños se regocijan en Dios o están sedientos de él».
Jorge
Whitfield, el renombrado predicador y evangelista inglés, escribió: «El jueves
por la noche prediqué a los niños de la ciudad y hubo una congregación de cerca
de 20,000 en el parque. Es notorio que muchos niños están convencidos de su
pecado, y en todo lugar gran poder y aparente éxito acompañó la palabra
predicada.»
Una
carta dirigida a Jorge Whitfield en cuanto a su ministerio dice: «Ahora vemos a
un gran número de los menores que son iluminados para ver al Señor y clamar a
Jesús, y el número va en aumento. Muchas personas de muy corta edad fueron
recibidas a la mesa del Señor el primer domingo de este mes.»
Whitfield
escribe: «Tres de los niños que se convirtieron en mi visita anterior se me
acercaron y lloraron y me suplicaron que orara por ellos y con ellos».
Un
informe acerca de una de las visitas que hizo D.L. Moody, el conocido
evangelista norteamericano, a Escocia, dice: «Las reuniones de los sábados al
mediodía se han adecuado especialmente para niños. Moody ha intentado en estas
ocasiones que estos jóvenes reciban ahora a Cristo como su
Salvador personal, mediante una presentación muy simple de la verdad del
evangelio, con ejemplos, con llamados directos a la consciencia, y mediante
súplicas fervientes, y entendemos que ha tenido mucha bendición y éxito.»
Las
siguientes declaraciones también se hicieron en torno a las reuniones que
realizó Moody en Escocia:
«Se ven a padres
junto con sus hijos buscando sinceramente a Jesús.»
«Tres niñas y
dos niños cuyas edades estaban comprendidas entre los 8 y los 16 años, lloraban
amargamente y suplicaban al Señor que los convirtiera.»
«Se ha dado una
evidente obra de gracia en la escuela dominical. Muchos se quedan para poder
conversar. Los que han sido convertidos han empezado una reunión de oración.»
«Muchos niños
pequeños han sentido las agudas flechas del Rey en sus corazones y se han
rendido ante su cetro.»
Mateo
Henry, el famoso comentarista de la Biblia, al predicar en 1713, dijo:
«Oh, que nosotros los pastores tuviéramos celo por el bienestar espiritual y la
eterna salvación de los jóvenes, y una preocupación por la nueva generación, y
si hiciéramos todo lo posible según nuestras habilidades y oportunidades para
llenar las mentes de los pequeños, desde temprana edad, con el conocimiento de
Cristo, y establecerlos en Cristo para que la siguiente generación sea mejor
que ésta.»
Al
ver la realidad de la conversión infantil nos damos cuenta que nuestro
ministerio a los niños no debe consistir sólo de contarles cuentos, aunque sean
cuentos bíblicos. No es sólo cuestión de mantenerlos callados e interesados o
lograr que hagan algo. No es sólo un ministerio de enseñanza o sembrar la
semilla, aunque estos estarán incluidos en el ministerio. Nuestro ministerio,
nuestra primera responsabilidad debe ser principalmente evangelizarlos,
claro está, sin ejercer ninguna presión sobre ellos. Nuestra
oración y nuestra meta deben ser que confíen en Jesucristo como su Salvador y
que puedan nacer de nuevo mediante el Espíritu Santo cuando aún sean de tierna
edad.
Para
concluir, recuerde: Evangelizamos a niños porque creemos que es posible que el
Espíritu Santo obre en sus corazones para que confíen en Cristo y sean salvos.
Carlos
Spurgeon escribió:
Doy
gracias a Dios que en nuestra Escuela Dominical creemos en la salvación de
niños mientras son aún niños. ¡Ha sido mi gran gozo ver a muchos niños y niñas
pasar adelante para confesar su fe en Cristo! Y deseo reiterar que los mejores
conversos, los de conversión más clara, los más inteligentes que hemos tenido
han sido los más jóvenes.
(Citado
de Come Ye Children)
Confío
más en la vida espiritual de los niños a quienes he recibido en esta iglesia
que en la vida espiritual de los adultos a quienes he recibido. Es más, diré
que en general he hallado un mejor conocimiento del evangelio y un amor más
cálido a Cristo en los que se convierten de niños que en los que se convierten
de adultos. Les asombraré aún más al decir que en algunos casos he hallado una
experiencia espiritual más profunda en niños de diez o doce años que en algunas
personas de cincuenta o sesenta años de edad.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
Querido
maestro, debes creer que Dios salvará a tus niños. No te conformes con sembrar
en sus mentes principios que posiblemente maduren en años posteriores, sino
apunta hacia la conversión inmediata. Espera ver fruto en tus niños mientras
sean aún niños. Ora por ellos para que no corran hacia el mundo y caigan en los
males del pecado externo, para volver con los huesos fracturados al Buen
Pastor, sino que más bien, por la gracia de Dios sean preservados de los
caminos del destructor, y que crezcan en el redil de Cristo, primero como
corderos de su rebaño, y luego como ovejas de su mano.
(Citado de Biblical Basis of Child Evangelism Fellowship publicado
por European Child Evangelism Fellowship)
Si
un niño se puede perder también puede ser salvo. Tan pronto como un niño puede
pecar también puede, por la gracia de Dios, creer y recibir la
Palabra de Dios. Tan pronto como los niños pueden aprender el mal, no cabe
duda que también pueden, por la enseñanza del Espíritu Santo, aprender el bien.
Yo
afirmo que los niños pueden ser salvos. Aquel que por su soberanía divina
rescató al envejecido pecador de sus caminos equivocados, puede hacer que el
joven se vuelva de sus necedades juveniles.
(Citado
de Come Ye Children)
Esperamos
ver que se conviertan niños, y de hecho esto es lo que sucede.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
No
afirmaré a qué edad los niños son capaces de recibir el conocimiento de Cristo,
pero es una edad mucho más temprana de lo que muchos suponen; y hemos visto y
conocido a niños quienes han dado abundante evidencia que han recibido a Cristo
y han creído en él a una edad muy tierna.
(Citado
de Come Ye Children)
¿Nos
hemos esforzado por la conversión de los niños como lo hacemos por los adultos?
Dime, si realmente te importara la salvación de las almas, ¿no te parecería de
poca importancia empezar con los niños y las niñas? Así piensan muchos; es un
error muy común.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
Debemos
retomar la enseñanza clara y sencilla, y debemos rogar y orar por la conversión
de los niños al Señor Jesucristo. El Espíritu de Dios espera para ayudarnos en
este esfuerzo.
¿Qué
han estado haciendo para la salvación de niños cada uno de ustedes? ¿Qué han
hecho para la salvación de sus propios hijos?
(Citado de Words of Counsel for Christian Workers)
En
muchas iglesias y congregaciones no se espera la conversión de niños. Es decir,
no se espera que los niños se conviertan siendo niños. La idea es que si
podemos inculcar en las mentes juveniles ideas que más adelante puedan
servirles, entonces hemos hecho bastante. Pero que los niños se conviertan
siendo aún niños, y considerar que son creyentes al igual que los mayores, se
considera absurdo. A esta idea supuestamente absurda yo me aferro de todo
corazón.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
Estimado
Señor:
Yo
estoy convencido que los que se convierten de niños son de los mejores que
tenemos. Considero que han sido genuinos en mayor proporción, más constantes y
a la larga, mejores discípulos.
Me
refiero a los que son probados y protegidos bajo el ala de la iglesia.
(Citado
de una carta escrita por Carlos Spurgeon al Rev. Payson Hammond,
el
evangelista que realizaba grandes campañas para niños en el Metropolitan
Tabernacle)
Spurgeon
dijo cierta vez que había estado recibiendo en su iglesia, cada año, a treinta
o cuarenta niños (nacidos de nuevo); y que en esos años tuvo que excomulgar a
unos cuantos adultos, pero que nunca había tenido que excomulgar a uno de los
que había recibido en los primeros años de la niñez.
(Citado de The Conversion Of Children por el Rev. E.
Payson Hammond)
Capítulo cuatro
No quiere que ninguno de estos pequeños se
pierda
¿Es correcto que una madre le advierta a su hijo que no
cruce una calle transitada?
¿Si vieras a un niño jugando al borde de un acantilado le
dirías que tuviera cuidado de no caer?
¿Qué harías si te dieras cuenta que un niño, quizá tu
propio hijo, estaba agarrando un cuchillo de mucho filo u otro objeto aún más
peligroso?
En cada caso la acción del adulto en cuestión se
determina según el peligro potencial que enfrenta el niño y su responsabilidad
de tomar las medidas posibles para ayudar al niño a evitar el peligro.
Todos los niños tienen necesidades espirituales
¿Qué nos dice la
Biblia en cuanto a estas
necesidades?
La Biblia nos
enseña que toda persona que nace en este mundo (excepto el Señor Jesucristo)
está espiritualmente muerto (Efesios 2:1; 2:5).
La Biblia nos
enseña que toda persona que nace en este mundo tiene una naturaleza pecaminosa
(Salmo 51:5; Salmo 58:3; Efesios 2:3) y que esa naturaleza pecaminosa pronto se
manifiesta en acciones pecaminosas (Isaías 53:6; Romanos 3:23). Se nos dice de
Joaquín que «tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén
tres meses y diez días, pero hizo
lo que ofende al SEÑOR» (2 Crónicas 36:9).
La Biblia nos
enseña que toda persona nace fuera del reino de Dios (Mateo 18:3), y necesita
ser regenerado para ingresar en aquel reino (Juan 3:5).
La Biblia también
deja en claro tres cosas:
La única manera que una persona, sea joven o
mayor, puede recibir vida espiritual y vida eterna es mediante el
arrepentimiento y una fe personal en Jesucristo (Juan 5:24; Hechos 11:18;
Colosenses 2:13).
La única manera que una persona, sea joven o
mayor, puede recibir una nueva naturaleza es mediante fe en Jesucristo (2
Corintios 5:17)
La única manera que una persona, sea joven o mayor,
puede ingresar al reino de Dios es mediante el nuevo nacimiento (Juan 3:3, 5) y
la conversión (Mateo 18:3).
En consecuencia, queda claro sobre la base de la Biblia que un niño que no ha confiado en
Jesucristo como su Salvador, no importa la edad que tenga, está espiritualmente
muerto, es un pecador por naturaleza y en hechos, y que está fuera del reino de
Dios. Y permanecerá en esta condición hasta que confíe en Jesucristo como su
Salvador.
Esto también es verdad acerca de niños que nacen en un
hogar cristiano. La Biblia nos dice claramente que gozan de un
privilegio especial al nacer en tal hogar (1 Corintios 7:14). Pero también
están espiritualmente muertos, con una naturaleza pecaminosa y fuera del reino
de Dios. Necesitan confiar en Jesucristo como su Salvador, al igual que
cualquier otro niño, aunque sí tienen mayor oportunidad de hacerlo debido a su
hogar y su trasfondo cristianos.
Los niños sólo pueden confiar en Jesucristo si oyen el
evangelio (Romanos 10:13–17), y si responden al obrar del Espíritu Santo en sus
corazones (Juan 16:8–11). Cuando responden con fe y arrepentimiento cobran vida
espiritual, reciben vida eterna y una nueva naturaleza, e ingresan al reino de
Dios.
¿Deseamos que nuestros niños permanezcan en un estado de
muerte espiritual, con una naturaleza totalmente pecaminosa y fuera del reino
de Dios? ¿O deseamos que estén espiritualmente vivos, con una nueva naturaleza
que agrada a Dios, y eternamente en el reino de Dios?
Si deseas que el segundo conjunto de consecuencias se
haga realidad para tus niños, entonces TIENES QUE EVANGELIZARLOS. Es sólo
mediante la evangelización, la enseñanza del evangelio y su respuesta ante él,
que tus niños pueden confiar en Jesucristo. Entonces estas maravillosas
consecuencias pueden hacerse realidad para ellos.
¿No es este un motivo vital para evangelizar a niños?
Además sabemos sobre la base de la experiencia y nuestros
recuerdos de niñez que los corazones de niños son tiernos, que pueden ser muy
sensibles, y sentirse culpables por el pecado. Son más sensibles que los
adultos y sienten culpa con más facilidad que los adultos. Pero en Jesucristo y
en su evangelio está la respuesta a todas sus necesidades espirituales. El
evangelio provee la respuesta que les puede dar perdón, paz, victoria y
seguridad. ¿Por qué esperar hasta la adolescencia antes de darles las
respuestas que necesitan para los problemas de la niñez?
Los niños enfrentan el mal y las
tentaciones en el mundo actual
Suceden tantas cosas espantosas entre nuestros niños hoy,
cosas como drogas, crímenes, violencia, pornografía, enseñanzas falsas,
ocultismo, alcoholismo y videos malsanos. La única solución y defensa frente a
estas es Jesucristo y su salvación. Jesucristo puede fortalecer a tus niños y
capacitarlos para que vivan para él y resistan la tentación y el mal.
Me parece que el diablo está atacando a nuestros niños
hoy de manera muy particular. Creo que ninguna generación previa de niños ha
tenido que enfrentar el mal y las tentaciones como hoy en día. Es como si el
diablo tuviera un plan para destruir a nuestros niños. Él ve su valor y su
potencial, aun cuando nosotros no lo vemos.
Me recuerda la historia del padre que pidió al Señor
Jesús que sanara a su hijo quien estaba poseído por un demonio (Marcos
9:20–24). Le dijo al Señor Jesús que su hijo había estado en esta condición y
con este problema desde su niñez, y que vez tras vez los demonios habían
intentado «matarlo» (vs 22). Yo creo que esta es la meta del diablo para
nuestros niños hoy: destruirlos. Necesitamos estar conscientes de esto. Pero
también tenemos que darnos cuenta que Dios ha provisto un camino de salvación y
salida para nuestros niños mediante Jesucristo, y que es nuestra
responsabilidad mostrarles y enseñarles este camino de salvación.
El problema se complica y la necesidad de evangelización
aumenta por el hecho de que en muchos países (sobre todo en Europa) los niños
tienen poco trasfondo del evangelio, o incluso carecen completamente de él, y
casi no conocen las verdades bíblicas. Esto no siempre fue así en países como
Inglaterra donde generaciones anteriores recibieron mucha enseñanza bíblica.
Los campos estaban «blancos para la siega». Pero hoy no es así. Si levantamos
la vista, vemos una escena de devastación espiritual. En vez de campos blancos
para la siega vemos hectáreas de espinos, zarzas y maleza. Y nosotros que
evangelizamos a niños en una situación como esta prácticamente tenemos que
empezar desde el comienzo.
La solución de Dios para nuestros niños
Supongamos que todos los niños en su comunidad o en su
país tuvieran una enfermedad que nadie podría curar, y que en consecuencia, se
empezaran a morir uno por uno. Supongamos, además, que de alguna manera, tú
eres el único que descubre la cura y el remedio para esa enfermedad. ¿Qué
harías? ¿Te quedarías en casa con los brazos cruzados mientras los niños en tu
derredor sufrían y morían? Claro que no. Irías a tantos niños como te fuera
posible y les dirías cuál es la cura y los animarías a que la usaran. Estoy
seguro que también reclutarías a otros adultos y compartirías con ellos tu
descubrimiento. Así tu ayuda podría multiplicarse y muchos niños más se verían
curados.
Este es tan sólo un ejemplo. Pero creo que es un ejemplo
bueno y descriptivo de la situación actual. Hemos visto sobre la base de la Palabra de Dios las necesidades y los
problemas que tienen los niños. Estas necesidades y estos problemas son mucho
más serios que una enfermedad física, y podrían llevar a consecuencias mucho
más graves. Pero Dios y su Palabra nos han dado la respuesta. Sabemos sobre la
base de la Biblia que la respuesta a las necesidades de
los niños y la cura para sus problemas están en el evangelio de nuestro Señor
Jesucristo y en la reacción de ellos. ¿No deberíamos llevar esta respuesta,
esta solución a los niños que tanto la necesitan? ¿No es este un estímulo e
incentivo para que evangelicemos a los niños?
Y deberíamos ayudar a otros adultos a comprender esto
para que juntos podamos alcanzar a muchísimos niños más. Entonces podremos
regocijarnos al ver que Dios el Espíritu Santo obra en los corazones de niños y
niñas y los lleva a Jesucristo.
Existe la posibilidad de que los niños se pierdan para
siempre
Pero la situación es, o puede ser, mucho peor que la que
he mencionado. Ya hemos visto que todo niño
(que no ha confiado en Cristo) está espiritualmente muerto, posee una
naturaleza pecaminosa y está fuera del reino de Dios. Esto es tan cierto para
un niño pequeño como para un niño de 8 ó 10 ó 12 años.
Sin embargo, la
Biblia también enseña que una
persona que desobedece la voz de Dios, y desecha la salvación que él provee
está bajo el juicio y la ira de Dios (Juan 3:18, 19,36; Efesios 5:6), y que si
se muere en esa condición, se perderá para siempre. Este es un principio
general a lo largo de la Palabra de Dios de modo que también debe aplicarse
a niños que tengan la edad suficiente como para entender el evangelio, y para
rechazar la voz de Dios. De acuerdo a las Escrituras todos aquellos que
conscientemente han elegido «preferir las tinieblas a la luz» (Juan 3:19) serán
juzgados por Dios. Aquel que tiene la oportunidad y la «capacidad» para creer,
pero elige no hacerlo «no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo
el castigo de Dios» (Juan 3:36).
No podemos hacer caso omiso de una enseñanza tan clara de la Palabra de Dios; y tenemos que darnos cuenta
que los niños no quedan excluidos siempre
y cuando tengan la edad suficiente para entender el evangelio, y rechacen
lo que Dios les dice. No podemos permitir que nos gobiernen la tradición o los
sentimientos, sino lo que claramente enseña la
Palabrade Dios, y no debemos tomar en cuenta nuestras emociones al respecto.
En Apocalipsis 20:12–14 leemos en cuanto al Gran Trono
Blanco del Juicio de Dios: «Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie
delante del trono... Los muertos fueron juzgados... conforme a lo que estaba
escrito en los libros... La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de
fuego... Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era
arrojado al lago de fuego.» Juan usa las palabras «mikros» y «megas»:
pequeños y grandes. Mientras las dos palabras se refieren principalmente al
rango o la importancia estoy seguro que también podrían referirse a tamaño y
edad. Los niños que han alcanzado la edad suficiente para entender y que no son
salvos, serán juzgados.
Si un niño tiene la edad suficiente para saber que ha
pecado ante Dios, y para entender que Jesucristo murió por su pecado, y si
conscientemente rechaza el camino de la salvación, entonces ese niño está bajo
el juicio de Dios, y si muriera en esa condición estaría perdido para siempre.
Creemos que existe la posibilidad de que los niños se pierdan para
siempre. ¿Acaso no es lógico creer que si un niño puede ser salvo para siempre
si confía en Cristo, también puede perderse para siempre si no confía en
Cristo?
¿A qué edad es posible? No lo sabemos. La Biblia no nos lo dice. Pero con seguridad esmucho antes de los 14 ó 15 años. Y sin
embargo es esta edad la que muchos tienen en mente cuando piensan en la edad de
responsabilidad. Sólo Dios conoce los corazones de los niños y sólo él sabe
quienes tienen edad suficiente para entender y rechazar. Eso no nos compete a
nosotros. Tenemos el mandato (Marcos 16:15) de evangelizar a todos los niños.
Luego podemos dejar las consecuencias en manos de Dios. Él hará lo que es mejor
y correcto. PERO ES NECESARIO QUE OIGAN EL EVANGELIO.
¿Qué de los párvulos?
Queda claro que lo que hemos dicho en los artículos
anteriores no se aplica a párvulos y niños que aún no han alcanzado la edad de
entendimiento y responsabilidad. Están espiritualmente muertos, tienen una
naturaleza pecaminosa y están fuera del reino de Dios. Eso está claro. Pero
todavía no están bajo la ira y el juicio de Dios porque aún no son personas
responsables. Todavía no le han rechazado consciente mente, y hemos visto que dicho
rechazo es lo que trae
condenación (Juan 3:18 y 19).
Por lo tanto yo creo y estoy seguro que si un párvulo, o
un niño que no ha alcanzado la edad de responsabilidad, muere, entra
inmediatamente en la presencia de Dios. Aún no es responsable, no ha rechazado
a Jesucristo y por lo tanto no queda condenado.
Carlos Spurgeon dijo en un sermón la mañana del domingo
29 de septiembre de 1861: «Basamos sobre la bondad de la naturaleza de Dios
nuestra convicción de que los párvulos que mueren son salvos. La doctrina de
que algunos párvulos se pierden es totalmente repugnante y contraria al
concepto que tenemos de Aquél cuyo nombre amamos. ¿Su Dios desecharía a un
párvulo? Si su Dios hiciese eso, me alegra decirles que no es a ese Dios al
cual yo adoro.»
Estos párvulos y pequeños están espiritualmente muertos y
fuera del reino de Dios. ¿Entonces cómo pueden ingresar al cielo? La Biblia no lo explica. Podría ser que Dios
regenera a estos pequeños que no son responsables y que nunca le han rechazado,
mediante un acto de gracia en el momento de la muerte. Entonces pueden ingresar
al cielo porque por un acto soberano de Dios han recibido vida espiritual y por
ende pueden entrar a su reino.
Cuando el pequeño hijo de David estaba gravemente enfermo
y a punto de morir (2 Samuel 12:15-19) él estuvo sumamente afligido. Pero
cuando el bebé murió (2 Samuel 12:19) David ya dejó de afligirse. ¿Por qué?
Porque creyó que algún día se reuniría con su hijo. Dijo: «Yo iré adonde él
está, aunque él ya no volverá a mí» (2 Samuel 12:23). Esto fue un gran consuelo
para David.
Es el deseo de Dios que los niños sean
salvos,
y que no se pierdan
y que no se pierdan
Dios no desea que ningún niño se pierda para siempre.
Esto queda claro en las palabras de Jesús en Mateo 18:11,14. Dijo esto en el
contexto de un niño a quien sostenía en sus brazos.
«El Hijo del Hombre vino a salvar lo que se había perdido» (Mateo 18:11).
«Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no
quiere que se pierda ninguno
de estos pequeños» (Mateo 18:14).
Estos versículos nos muestran en primer lugar que Dios el
Padre no desea que ningún pequeño se pierda para siempre, y en segundo lugar
que Dios el Hijo vino a salvarlos. Sin embargo, estos versículos también tienen
la clara implicancia que existe la posibilidad de que se pierdan para siempre y
es a causa de esta posibilidad que debemos evangelizar a los niños.
En Mateo 18:12,13 el Señor Jesús nos relata la historia
de una oveja perdida. En el contexto de estos catorce versículos podríamos
concluir que esta oveja representa a un niño. Él, el Buen Pastor, va en busca
de esa oveja perdida; la encuentra y la trae a casa con regocijo. Esta es una
ilustración de su amor y su obra de salvación. ¿Pero no es acaso también un
ejemplo para nosotros como sus pastores delegados (1 Pedro 5:2–4; Juan 21:15)?
Cuando nos damos cuenta que todo niño está perdido en cuanto a su posición y
que existe la posibilidad de que se pierda para siempre en cuanto a la
eternidad, ¿no deberíamos salir y buscarlos con el evangelio?
R. Hudson Pope, fue un renombrado evangelista de niños
quien trabajó con la entidad que ahora se conoce como Unión Bíblica. Escribió:
«Si observamos los mensajes de muchas personas que se dirigen a niños, parece
que desconocieran que un niño es un pecador que necesita un Salvador. Los
mensajes en su mayoría constan de cuentos con una moraleja que muestran la
necesidad de que el niño sea bondadoso, atento, bueno, etc. A menos que los
niños que reciban el mensaje sean salvos, esta enseñanza no es más que
"salvación por obras..." El mandato de nuestro Señor fue de predicar
el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Esto tiene que incluir a niños,
pues si no es así, ¿a qué edad debemos comenzar?»
Uno de los principales motivos por los que hay
relativamente pocos que evangelizan a niños, y uno de los motivos por los que
tan pocos están involucrados en un ministerio a tiempo completo para
evangelizar a niños, parece ser porque muchos no ven ni comprenden las
necesidades de nuestros niños. Todos deseamos ministrar donde existe una
necesidad. Si vemos a los niños como criaturas simples e inocentes quienes no
comprenden lo que es el pecado, que de alguna manera ya están en el reino de
Dios por su nacimiento o bautismo y que de ninguna manera podrían estar
eternamente perdidos, entonces no vemos la necesidad de evangelizarlos. Más
bien evangelizamos a los que tienen necesidades más aparentes: el adulto, el
adolescente, el borracho y el drogadicto.
Mateo Henry, conocido por su Comentario de la Biblia, en una ocasión dijo:
«Miremos con compasión a la gran cantidad de niños, aun en nuestro país, a
quienes no se les enseña estas palabras sanas sino que se los cría en la
ignorancia y lo profano, extranjeros y enemigos de Cristo y del verdadero
cristianismo. Son pobres y son necios porque no conocen los caminos del Señor
ni el juicio de su Dios. Si algo pueden hacer, señores, tengan compasión de
ellos y ayúdenlos; recojan a algunos de estos niños abandonados, quienes puedan
hacerlo, y rescátenlos de la ruina, encaminándoles hacia la enseñanza.»
Que Dios nos ayude a ver las necesidades de los niños y a
procurar satisfacer esas necesidades mediante la predicación del evangelio.
«Qué hermosos son, sobre
los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz,
del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a
Sión: "¡Tu Dios reina"!» (Isaías 52:7).
«¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se
descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado?»
(Mateo 18:12 RV-95).
«¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está
escrito: "¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas!"» (Romanos 10:15 RV-95).
Para concluir, recuerda: Evangelizamos a los niños porque
están perdidos y necesitan ser salvados.
Carlos Spurgeon escribió: Esto requerirá que le enseñes al
niño que necesita un Salvador. No dudes en realizar esta tarea . . . Dile que
debe nacer de nuevo.
Estos niños y estas niñas necesitan el perdón por medio
de la sangre preciosa tanto como lo necesitamos cualquiera de nosotros... Diles
cuál es el castigo del pecado, adviérteles de lo terrible que es. Sé tierno,
pero diles la verdad. No escondas la verdad del niño pecador, por más terrible
que sea. Ahora que ha alcanzado la edad de responsabilidad, si no cree en
Cristo, le irá mal en el día de juicio.
(Citado de Come
Ye Children)
Su niño necesita que se le enseñe. Nació en iniquidad; su
madre lo concibió en pecado. Su corazón es malo; no conoce a Dios, y jamás
conocerá al Señor si no se le enseña.
Ustedes dicen ser instrumentos de Dios para sembrar la
semilla en el corazón de ese niño. Recuerden que si esa semilla no se siembra,
el niño estará eternamente perdido, llevará una vida alejada de Dios, y a la hora
de la muerte le corresponderá el castigo eterno.
(Citado de Come
Ye Children)
Si piensan que sus
propios hijos no necesitan
ser convertidos, que los niños de padres creyentes son en alguna medida mejores
que los demás, que tienen dentro de ellos el bien que sólo debe ser
desarrollado, faltará una gran motivación en su sincero esfuerzo. Créanme,
hermanos, sus hijos necesitan que el Espíritu de Dios les dé corazones nuevos y
espíritus rectos, o si no se irán por el mal camino como otros niños.
(Citado de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
¿En qué sentido se puede decir que a los niños les falta
capacidad? ¿Les falta capacidad de arrepentimiento? De hecho que no. ¿Acaso no
he visto a una niña llorar hasta enfermarse porque ha hecho mal? Una tierna
conciencia ha hecho que muchos niños se sientan sumamente tristes cuando han
estado conscientes de alguna falta. ¿Acaso no recordamos alguno de nosotros las
agudas saetas de convicción de pecado que punzaban nuestro corazón cuando
éramos aún niños? Yo recuerdo con claridad un período en el que no podía
descansar a causa del pecado, y busqué con amarga desesperación al Señor. Los
niños tienen la capacidad de arrepentirse cuando el Espíritu de Dios así obra
en ellos. Esto no es conjetura, pues nosotros mismos somos testigos vivientes
del hecho.
(Citado de Come
Ye Children)
Sabemos que los párvulos entran al reino, pues estamos
convencidos que todos los de la raza humana que mueren en su infancia están
incluidos en la elección por gracia, y son partícipes de la redención que obró
nuestro Señor Jesús. No importa lo que piensen algunos, el sentir y el tono de la Palabra de Dios, y la naturaleza misma de
Dios, nos llevan a la conclusión que todos los que dejan este mundo siendo aún
bebés son salvos. Si es así, y así lo creemos, los párvulos tienen que ser
salvos simplemente por la buena voluntad de Dios porque él los ha hecho suyos.
Son llevados al reino de los cielos por la libre y
soberana gracia de Dios. ¿Cómo pues son salvos? ¿Por obras? No, pues nunca las
han realizado. ¿Por su inocencia natural? No, pues si esa inocencia les hubiera
dado ingreso al cielo, también hubiera alcanzado para librarlos del dolor y de
la muerte. Mueren a causa de la caída de Adán. Sin embargo, viven de nuevo
porque Jesús murió y resucitó y ellos están en él. Se pierden, en cuanto a esta
vida, por un pecado que no cometieron; pero también viven eternamente por medio
de una justicia en la que no tuvieron parte alguna: la justicia de Jesucristo
quien les redimió. No sabemos mucho del asunto, pero suponemos que son
regenerados antes de ingresar al cielo; pues lo que nace del cuerpo es cuerpo,
y para ingresar al mundo espiritual deben nacer del Espíritu. Pero, sea lo que
fuere lo que se opera en ellos, está claro que no ingresan al reino por medio
del intelecto ni de la voluntad ni por mérito, sino por gracia, que no tiene
nada que ver con lo que ellos han hecho ni sentido. (Citas de Come Ye
Children)
Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los
niños?, Sam Doherty
Capitulo
5
Invierte
donde haya mayor rendimiento
«Tengo
un maravilloso plan», me dijo un joven evangelista. «Iré al centro de cada
pueblo y tocaré mi acordeón y cantaré. Y conforme se congregue la gente para
escucharme, les predicaré el evangelio y los evangelizaré».
Sonreí
pero no dije mucho. Ya sabía lo que sucedería.
Más
adelante compartió conmigo sus experiencias.
«Me
sentí desilusionado», dijo, «cuando vi que ningún hombre ni mujer quería
escucharme. Ni siquiera uno apareció. Pero dondequiera que iba, se congregaban
muchos niños para escucharme y estaban muy interesados en lo que decía.»
No
me sorprendió. Esto era lo que yo esperaba. Tales relatos y experiencias se
repiten vez tras vez. Los adultos, e incluso los adolescentes de hoy, por lo
general están muy cerrados al evangelio. Los niños, y sobre todo los más
pequeños, son muy distintos. Son abiertos y demuestran interés así que no
deberíamos sorprendernos cuando sucede algo así. La porción de la comunidad más
receptiva al evangelio son los niños. Muchos de ellos desean venir,desean escuchar
las buenas nuevas, y con frecuencia entre ellos hay quienes verdaderamente desean confiar
en el Señor Jesucristo.
Por
ende, ¿no deberíamos evangelizar a aquellos que son receptivos y dispuestos a
escuchar? ¿O deberíamos más bien concentrar todos nuestros
esfuerzos en aquellos cuyos corazones son duros y resistentes, y a quienes no
les interesa nuestro mensaje?
La
Biblia nos enseña que los niños son más receptivos al evangelio que los
adultos
En
Marcos 10:15 el Señor Jesús dice: «Les aseguro que el que no reciba el reino de
Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él».
En
Mateo 18:3 el Señor Jesús dice: «Les aseguro que a menos que ustedes cambien
y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos».
Antes
que un adulto pueda ser salvo, debe volverse como un niño. Debe ser sencillo,
humilde, confiado y dependiente. No se requiere que el niño se torne como un
adulto; más bien el adulto tiene que volverse como un niño. Para el adulto esto
es difícil. Para el niño no lo es. Él ya es un niño. Es por naturaleza
sencillo, humilde, confiado y dependiente. Aunque esté tan espiritualmente
muerto como un adulto, seguramente está un paso más cerca del reino que este.
Además, como es menor, ha vivido menos años en el pecado, y su corazón está más
abierto y tierno.
Dios
puede usar todas estas cualidades naturales para guiar al niño hacia un
conocimiento que le dé salvación en Jesucristo sin que tenga que pasar por las
experiencias a veces traumáticas de un adulto que tiene que «volverse como
niño».
Salomón
escribe a niños y jóvenes en Eclesiastés 12:1: «Acuérdate de tu Creador en los
días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que
digas: "No encuentro en ellos placer alguno"».
A
mayor edad de la persona, mayor es su resistencia al evangelio, y resulta más
difícil alcanzarlos para Cristo. El rechazo continuo hace que el corazón se
endurezca más (Hebreos 4:7; 2 Corintios 6:1–2). Por lo tanto la niñez y la
juventud son los mejores años para la salvación, y en consecuencia los campos
más fructíferos de evangelización.
Martín
Lutero dijo en alguna ocasión, referente a la enseñanza de los menores: «Sé que
aparte de la predicación, esta es la mejor, la más segura y la más útil
vocación, y no estoy seguro cuál de las dos es mejor pues es difícil reformar a
los viejos pecadores con quienes trata el predicador, mientras que el árbol
joven se puede doblar sin que se rompa.»
Cuando
llegó la libertad a Europa Oriental, un líder cristiano me dijo:
«Concentrémonos en la mayor medida posible en los niños. Son ellos los que han
sido menos envenenados e influenciados por el mal del comunismo.» Y es así en
todas partes.
La
experiencia nos muestra que los niños son más receptivos al evangelio
Muchos
de los que trabajan con niños, y también los que trabajan con adultos, han
comprobado la relativa apertura de los menores a la enseñanza del evangelio.
Pareciera que el adulto de hoy, e incluso el adolescente de hoy, se torna cada
vez más duro, y más resistente al evangelio y las demandas de Cristo. Desafío a
cualquier lector que dude de lo escrito que lo ponga a prueba, y compare las
reacciones y respuestas de niños, adolescentes y adultos al mensaje del
evangelio.
Otros
grupos están conscientes de la apertura de los niños a lo que dicen y enseñan,
y las influencias que desean ejercer sobre ellos. Es por eso que concentran
mucha de su labor en los niños:
Los comunistas
de Europa Oriental siempre han enfocado su atención y su propaganda en los niños
Las propagandas
de televisión con frecuencia se dirigen a los niños
La iglesia
Católica Romana da alta prioridad a los niños
Después
de la Reforma la Iglesia Católica Romana «concibió el plan de
alcanzar a los hijos de los combatientes y criarlos como una generación de
amantes y defensores de Roma». Los Jesuitas basaron su contra-reforma en esta
estrategia de alcanzar a los niños. Y Francisco Javier «dio a los menores e
ignorantes el primer lugar en su evangelización de la India». Fue él quien
dijo: «Dadme a los niños hasta los siete años de edad y después se los puede
llevar quienquiera».
Lamentablemente
no todos los evangélicos aprecian la apertura de los niños y las maravillosas
recompensas por alcanzarlos con el evangelio mientras son aún niños.
Me
parece que el salmista había percibido la apertura de los niños a la
Palabra de Dios al escribir los primeros ocho versículos del Salmo 78.
Había visto la terquedad y la rebelión de su propia generación (vs 8), y el
hecho de que tantos no habían encaminado su corazón ni se habían mantenido
fieles a Dios. ¿Cuál era la respuesta? La da en los dos versículos anteriores.
Enfatiza la importancia de que los niños, la siguiente generación, la
generación venidera, conozcan la Palabra de Dios (vs 6), y pongan su
confianza en Dios (vs 7a) para que recuerden y obedezcan los mandatos de Dios
(vs 7b). El resultado sería que no serían obstinados y
rebeldes como la generación adulta mencionada en el versículo 8.
Ahora es
el momento de alcanzarlos y enseñarles, cuando aún están receptivos y
dispuestos a escuchar. Ahora es el momento de alcanzar a la
generación venidera, antes que se torne tan desobediente y pecaminosa como la
actual.
Sin
embargo, debemos reconocer que los niños no sólo están abiertos al
evangelio. Su misma naturaleza implica que están abiertos a todo lo que les
pueda influenciar y afectar. Están abiertos a todo mensaje y a todo pecado.
Las
estadísticas muestran que cuanto mayor sea una persona,
menor es la probabilidad de que se acerque a Cristo.
menor es la probabilidad de que se acerque a Cristo.
Las
estadísticas muestran que cuanto mayor sea una persona, menor es la
probabilidad de que se acerque a Cristo
La
gran mayoría de personas aceptan la salvación cuando son menores, ya sea como
niños o como adolescentes. Luego de esos años, el número de los que se entregan
a Cristo se reduce de año en año.
Se
puede comprobarlo preguntando a un grupo de creyentes a qué edad se entregaron
a Cristo. Es casi seguro que muchos de ellos, o la mayoría, lo hicieron siendo
jóvenes. Un joven me escribió hace poco desde el instituto bíblico donde
estudia, y me dijo que las dos terceras partes de los estudiantes de su clase
se convirtieron siendo niños. Lo asombroso es que esto se dé en ambientes
evangélicos que por lo general no creen mucho en la conversión de niños, y que poco
practican la evangelización de niños. ¡Me pregunto qué sucedería si lo
hicieran!
El
Señor Jesús dijo a su Padre en Mateo 11:25: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e
instruidos, se las has revelado a los que son como niños».
Con
tanta frecuencia el adulto orgulloso, superior, intelectual, no ve, o no quiere
ver, las verdades espirituales de la Palabra de Dios. Es más bien el
niño quien con simpleza, humildad y confianza ve y acepta la verdad de Dios.
Cuando alguien niega la posibilidad que un niño sea salvo debido a su falta de
intelecto, respondemos que muchas veces es precisamente esta «falta de
intelecto» la que hace que tenga más probabilidad (y no
menos probabilidad) de entender lo que Dios dice. Con frecuencia, lo que se es
de niño determina lo que se será de adulto.
Robert
Murray McCheyne (1813–1843) es un nombre conocido y respetado de la historia
de la Iglesia. Fue pastor de la iglesia de San Pedro en Dundee,
Escocia durante 7 años hasta su temprana muerte. Su ministerio se caracterizó
por una profunda santidad personal, oración, compasión por los perdidos,
poderosa evangelización y permanente consejería. En 1839 un avivamiento comenzó
en su congregación que pronto se difundió por toda Escocia y miles se
convirtieron. Tenía un verdadero amor hacia los niños y creía en la necesidad
de evangelizarlos. Dice el relato: «En la iglesia de McCheyne y sobre todo
durante el avivamiento, se convirtieron muchos niños». Él mismo escribió acerca
de su iglesia: «Los que hacen la obra de Dios en este lugar creen que los niños
están perdidos y que pueden ser salvos por gracia, y por lo tanto han hablado
con los niños de igual manera que con los adultos; y Dios ha honrado su obra de
tal manera que muchos de los diez años para arriba han dado evidencia de haber
nacido de nuevo».
También
dijo en una ocasión: «La mayor parte de los que alcanzan la salvación, se
refugian en Cristo en su juventud... Aquellos de mayor edad ya eran demasiado
sabios y prudentes para ser salvos por la sangre del Hijo de Dios y él lo
reveló a los que eran menores y menos sabios... Si le preguntas a cristianos
adultos, la mayoría te dirá que tomaron conciencia de la necesidad de su alma
siendo jóvenes. Este es un fuerte motivo para buscar un temprano acercamiento a
Cristo. Si no es salvo en su juventud, es probable que nunca lo será. La
juventud es el tiempo de conversión.» En un sermón sobre la familia dijo:
«Satanás difunde una especie de falsa modestia entre los padres para que no
pregunten a sus hijos: "¿Has hallado al Señor?" A la luz de la
eternidad esto se verá como gran pecado... empiece esta noche. Hable con ellos
en privado y pregúnteles: "¿Qué ha hecho Dios por tu alma?"»
John
Cotton, un conocido pastor del siglo XVII y teólogo puritano en Norteamérica,
dijo: «Los niños pequeños son flexibles y se les puede moldear con facilidad.
Es mucho más fácil capacitarles hacia lo bueno ahora que hacerlo en su juventud
y madurez».
Cuando
un hombre de negocios tiene fondos para invertir normalmente invierte en esa
parte de su negocio que le rinde mayores ganancias.
Si
bien no podemos exactamente comparar la evangelización con los negocios, siento
que sí existe un principio en común. ¿No es lógico evangelizar a aquellos que
desean escuchar, que están abiertos a nuestro mensaje, y de donde viene la
mayor proporción de conversiones? ¿Por qué invertir tanto tiempo evangelizando
a aquellos que no desean escuchar a la vez que pasamos por alto o descuidamos
los que sí desean escuchar?
No
digo que no debamos evangelizar a adultos. Claro que debemos hacerlo, pero no a
costa de descuidar el campo más fructífero de evangelización y pasar por alto
el 35% de la población mundial.
Existe
un verdadero peligro que concentremos la mayor parte de nuestros esfuerzos,
personal, tiempo y fondos en la evangelización de adultos. Y encontramos que
muy pocos adultos inconversos asisten a nuestras reuniones evangelísticas, y
muy pocos responden. Pero si dedicamos por lo menos parte de nuestro tiempo y
nuestros esfuerzos a la evangelización de niños, logramos mayor asistencia de
niños inconversos y más respuestas. ¿No es lógico invertir una buena parte de
nuestro trabajo y tiempo en aquellos que sabemos tienen mayor interés?
Para
concluir, recuerde: Evangelizamos a niños porque están abiertos al mensaje del
evangelio y son el campo más fructífero para la evangelización.
Carlos
Spurgeon escribió:
La
capacidad de creer es más fuerte en el niño que en el adulto. Al crecer nos
volvemos menos capaces de tener fe; cada año hace que la mente no regenerada se
aleje más de Dios y sea menos capaz de recibir las cosas de Dios.
(Citado
de Come Ye Children)
No
hay tierra que esté mejor preparada para la buena semilla que aquella que aún
no ha sido apisonada como camino ni está cubierta de espinos. El niño aún no ha
aprendido los engaños del orgullo, las mentiras de la ambición, las ilusiones
de lo mundano, los ardides del comercio, los sofismas de la filosofía; y en ese
sentido está en ventaja sobre el adulto. En todo caso, el nuevo nacimiento es
obra del Espíritu Santo y él puede obrar igualmente en la juventud como en la
madurez.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
Dénos
los primeros siete años de vida de un niño con la gracia de Dios, y podremos
desafiar al mundo, a la carne y al diablo que intenten malograr esa alma
inmortal. Esos primeros años, cuando la arcilla está aún suave y amoldable,
contribuyen mucho en dar forma al vaso. No digan ustedes que enseñan a los
menores que su ministerio es inferior en cualquier modo al de nosotros, quienes
nos preocupamos principalmente por los mayores. Por el contrario, las
impresiones que ustedes les dan serán las primeras y por ende las más duraderas;
que sean buenas, solamente buenas.
(Citado
de Come Ye Children)
El
niño pequeño no tiene prejuicios, ni teorías ya formadas ni nada que pueda
negarse a renunciar; el niño cree lo que Jesús dice.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
La
mente en los primeros años tiene mucha plasticidad. Los primeros siete años de
nuestra existencia con frecuencia moldean a todos los demás. En todo caso,
démosle al niño enseñanza santa durante los primeros doce años de su vida y
será difícil borrarla.
(Citado
de un sermón predicado el 17 de octubre de 1886)
¿Cuál
es la capacidad que falta? ¿La capacidad de creer? Les digo que los niños la
tienen en mayor medida que los adultos. No me refiero ahora a la parte
espiritual de la fe, pero en cuanto a la facultad mental existe una capacidad
enorme en el corazón del niño para ejercer fe. Su facultad de creer aún no ha
sido sobrecargada con supersticiones, torcida con mentiras, ni lisiada por
incredulidad. Sólo dejemos que el Espíritu Santo consagre esa facultad, y
alcanzará para producir abundante fe en Dios.
Tomado y
adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam
Doherty
¿Quién debe evangelizar a niños?
Los
niños son piedras preciosas que debemos alcanzar para Cristo, sin embargo, a
veces nos preguntamos si hay ciertas personas que pueden realizar esta
importante tarea. ¿Quién cree usted que debe evangelizar a los niños? ¿Todos
los creyentes? O, ¿los que sienten un llamado a este ministerio? El autor Sam
Doherty nos ayuda a responder a esas preguntas.
Quinto
artículo de la serie: ¡Evangelicemos a los niños!
Hay
varias respuestas a esta pregunta y todas son correctas según la dirección de
Dios y las circunstancias.
Primeramente,
creo que es responsabilidad de todo creyente evangelizar a niños según se
presente la oportunidad. La evangelización es un mandato para todo cristiano, y
no se limita a unos pocos que tengan el don. Todo cristiano tiene contacto con
niños de alguna manera, sea en el hogar, la iglesia, o el vecindario.
A
todos nos preocupa el bienestar físico y social de los niños y hacemos lo
posible por ayudar a los que tienen alguna necesidad en esas áreas. ¿Acaso no debería
ser lo mismo en el ámbito espiritual? Cada uno puede como mínimo orar por la
salvación de niños. Además todos podemos dar un folleto del evangelio a un
niño, o invitarle a una reunión para niños. Cada uno puede testificarle a algún
niño que conocemos. ¡No necesitamos dones o habilidades especiales para hacer
algo para evangelizar a niños!
En
segundo lugar están aquellos que tienen algún puesto de responsabilidad y que
tienen oportunidades especiales para evangelizar a niños. Esto incluye a
pastores que tienen responsabilidad por toda la comunidad de la iglesia;
maestros de escuela dominical y obreros que trabajan voluntariamente con niños,
ya sea dentro o fuera de la iglesia; y padres, quienes tienen una
responsabilidad muy especial hacia sus propios hijos (Efesios 6:1–4; Colosenses 3:20,21). Todos estos
grupos deben estar alertas a oportunidades para compartir el evangelio con los
niños que tienen a su cargo. Juan Bunyan, autor de El
Progreso del Peregrino y también pastor, escribió: «Desearía estar pescando a
niños y niñas». Me pregunto si cada uno de nosotros podría decir lo mismo.
En
tercer lugar están aquellos a los que Dios el Espíritu Santo ha llamado a un
ministerio a tiempo completo con niños. A estos también les ha impartido el don
de maestros para este propósito (Romanos 12:7; 1 Corintios 12:28; Efesios
4:11,12) y, en muchos casos, el don de evangelización (Efesios 4:11). Estas
personas tienen una responsabilidad especial de evangelizar a niños, y toda la
comunidad de creyentes debe animarlos y apoyarlos en este su ministerio vital.
Además,
debemos enfatizar nuevamente que nuestra evangelización de niños tiene que
estar basado absoluta y completamente en la Biblia. Esa es nuestra guía. Ese es
el manual inspirado por Dios para la evangelización, y en él vemos claramente
el MENSAJE que debemos enseñar en evangelización, y los MÉTODOS que debemos
usar.
Por
último, recuerde: Evangelizamos a niños porque el Señor Jesús así lo ha mandado
(Marcos 16:15)
Carlos
Spurgeon escribió
«Los
niños necesitan el evangelio, todo el evangelio, el evangelio puro; deben
conocerlo, y si el Espíritu de Dios les enseña, tienen la misma capacidad de
recibirlo que las personas mayores.
Enseñen
a los pequeños que Jesús murió, el Justo por los injustos, a fin de llevarlos a
Dios. Tomen ánimo; el mismo Dios que ha salvado a tantos niños, salvará a
muchos más, y tendremos gran gozo al ver a centenares acudir a Cristo.»
(Citado
de Come Ye Children)
«Pueden
estar doblemente seguros que están obedeciendo la voluntad de Dios porque hay
ciertos preceptos con relación a los pequeños, tales como: "Apacienta mis
corderos" e "Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su
vejez no lo abandonará".
El
amor que los ha redimido a ustedes también los constriñe. Sienten la sagrada
mano en sus hombros, esa mano que fue traspasada, y oyen que su Redentor dice:
"Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes" y a raíz de
ese encargo, ustedes buscan a los pequeños en obediencia a su voluntad. El que
obedece hace bien, y en ese sentido, el servicio de ustedes entre los pequeños
es hacer el bien.
Además,
es hacer el bien porque da gloria a Dios... Siempre que intentemos algo que
promueva la gloria divina, estamos haciendo el bien. Cuando damos a conocer la
gracia de Jehová, cuando obramos de acuerdo a sus propósitos de amor, cuando
hablamos la verdad que honra a su amado Hijo; en toda ocasión cuando el
Espíritu Santo da testimonio a través nuestro de las eternas verdades del
evangelio, se hace el bien hacia Dios. No podemos incrementar su gloria
intrínseca, si no es a través de su Espíritu, y una de las mejores maneras de
hacer esto es darle suma importancia a enseñar a los niños el temor del Señor
de modo que ellos sean semillas para servirle y regocijarse en su salvación.»
(Citado de Words of Counsel for Christian Workers)
Tomado
y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo
Cristiano Internacional, 2002, pp. 24–26
Pastor Abner Pineda y su esposa Susan:
DIrector Regional de APEN para América Latina
No dejar de orar por nosotros:
* Para ser llenos del conocimiento de su voluntad.
* Para tener sabiduría e inteligencia espiritual.
* Para andar como es digno del Señor, agradándole en todo.
* Para ser fruto en toda buena obra.
* Para crecer en el conocimiento de Dios
* Para ser fortalecidos con todo poder según la potencia de su gloria.
* Para tener paciencia y longanimidad; con gozo
“…dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la
herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”
Colosenses 1:9-13
CEF es una organización internacional centrada en la Biblia de
creyentes nacidos de nuevo, cuyo propósito es evangelizar
a los niños con el Evangelio del Señor Jesucristo, y establecerles
(discipularlos) en la Palabra de Dios y en una iglesia local.
Gracias por ayudarnos a alcanzar los 186 millones de niños en América
Latina.
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